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Corría el año noventa y cinco de la última década del anterior milenio, cuando me llamaron para participar en el ajardinamiento de una nueva urbanización en proyecto cerca de la ciudad de Zaragoza. Hasta ahí, como siempre.
En aquellos tiempos comenzaban a circular las primeras aplicaciones para el modelado digital del terreno, una herramienta maravillosa, al menos para los que pensábamos que los mapas topográficos eran algo más que una colección de curvas. Llegué a un acuerdo con una de esas compañías, y me dejaron a buen precio el programa, por aquello probarlo y ponerlo a disposición de la comunidad de paisajistas. No sabían que aquí no pintamos nada a la hora de la planificación. No se lo dije, por supuesto.
Cuando vi la propuesta de ordenación no pude dejar de pensar en la posibilidad de utilizar el programa recién adquirido, sobre todo porque aquélla estaba compuesta de la habitual colección de edificios modelo caja de cerillas apoyadas por la rasqueta, sin más relación con la topografía que las coordenadas “x” e “y”.
El lugar estaba flanqueado por dos barrancos, así que el plan debía empezar por respetar los drenajes naturales. Y fue surgiendo el resto: una colección de manzanas abiertas hacia las mejores vistas, con el tráfico privado restringido al perímetro de la urbanización, generando grandes áreas de paz, confort y vida sana. Además, así el ahorro en movimiento de tierras y modificación de drenajes podía destinarse a mejorar la jardinería.
Por supuesto no pasó de ser un mero ejercicio de lo que se podía hacer si uno quería hacer las cosas con algo de respeto hacia el entorno. Además, siempre es más rentable. Desconozco si lo vio alguien más. Ha pasado mucho tiempo y ya ni me acordaba. Fue una grata sorpresa encontrar los dibujos en una carpeta abandonada durante lustros. Es lo bueno de las mudanzas, que nunca sabes lo que te puedes llegar a encontrar. Como en la caja de bombones de Forrest Gump.
Por cierto, clicando en una imagen se pueden ver todas ampliadas.
Explicación:
espero te sirva