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En los últimos años, Seúl, Corea del Sur, se ha posicionado como una ciudad de vanguardia en términos sociales, económicos y ambientales. El resultado se debe en gran medida a un cambio drástico del paradigma de la movilidad urbana, a partir del cual se transformó el sistema de autobús y demolió una autopista urbana elevada de 5.8 km para dar paso a un parque lineal a lo largo del arroyo Cheonggyecheon en el corazón de la ciudad. Como sugiere el estudio “Transformando el Transporte Urbano” de la Universidad de Harvard y la Fundación Volvo para la Investigación y la Educación, la transformación urbana de Seúl fue posible gracias a una serie de intervenciones implementadas entre 2002 y 2006 durante la administración del alcalde Lee Myung-bak. Veamos.
En año anteriores, Seúl avanzaba aceleradamente hacia una alta dependencia al automóvil. Entre 1979 y 1997, el número de vehículos privados aumentó de 60 mil a 2.2 millones, respectivamente, mientras que la capacidad de la infraestructura vial se duplicó. Ante la creciente congestión vehicular, la inversión pública se enfocaba en la ampliación de vialidades y la construcción de autopistas elevadas y pasos a desnivel. Al paso del tiempo, el tráfico no hizo más que aumentar, y con ello la eficiencia del transporte público disminuyó; por ello, entre 1980 y 2000, el porcentaje de viajes en autobús se redujo de 65 a 28 por ciento. Además, el panorama político era complejo, pues existían intereses arraigados entre compañías de autobuses, conductores, comerciantes, residentes y funcionarios públicos.