Respuestas
Respuesta: A través de la historia, las sociedades han ido construyendo nociones y conceptos que definen a la gente y la ubican en determinados lugares sociales. Dichos lugares implican un acceso diferenciado entre las personas a la toma de decisiones, a la autonomía y la posibilidad de desarrollo.
Desde la segunda mitad del siglo veinte se desarrollaron corrientes de pensamiento que cuestionaron la supuesta «base natural» de estas nociones y conceptos (definida por su proceso psicobiológico, independientemente de los condicionamientos históricos, económicos y culturales que la producen), entre los que se incluyen el género, la etnia, la preferencia sexo-afectiva y la juventud, entre otras. Estas perspectivas aportan a lo que se conoce como «construcción social de la realidad», noción que posibilita ver al sujeto como activo y capaz de transformar, deconstruir y construir las explicaciones que existen sobre él o ella y sobre su mundo.
De esta manera, desde estas perspectivas se afirma que la juventud ha sido «entendida» y «explicada» desde diferentes posturas que implican determinados discursos y prácticas, que son producidos y reproducidos por diversas instituciones como el Estado, la Iglesia, la familia, los medios de comunicación, la academia, entre otros.
Para ubicar de manera clara en qué consiste la construcción social de la juventud y reflexionar sobre las implicaciones que ésta tiene para la vida de las personas consideradas «jóvenes», en este artículo nos enfocaremos en cómo se ha hecho esta construcción desde uno de los espacios sociales más reconocidos en tanto a la legitimidad del discurso que produce: la academia.
En particular en los últimos dos siglos, la academia ha sido el lugar en donde se ha desarrollado el conocimiento «científico», reconocido como el conocimiento válido y supuestamente neutral, el cual ha servido generalmente como base para legitimar prácticas y mecanismos de control hacia la gente joven.
Tal y como lo señala Gloria Bonder «la investigación contemporánea sobre juventud al igual que otros temas sociales conforma un campo de lucha simbólica y política en el que las distintas perspectivas pugnan por posicionarse como referentes válidos en la construcción de discursos legítimos». Bonder afirma que es importante reconocer que inevitablemente estas producciones científicas «expresan también los miedos, la envidia, el voyeurismo, la idealización y la nostalgia de los adultos; quienes se vinculan con este estadio de edad como algo, simultáneamente, extraño y familiar. Sin duda, ese vínculo también juega a la hora de definir sus rasgos y sobre todo interpretarlos» (Bonder, 1999:174).