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Respuesta:adquiere importancia en los últimos tiempos con el aumento de la obesidad infantil en el mundo. Y es que la alimentación y la actividad física se han de combinar para un desarrollo saludable.
Podemos comer de forma sana, pero si no realizamos actividad física estamos abocados a tener problemas de salud. Lo mismo sucede si la relación es a la inversa, cuando realizamos actividad física pero comemos mal. El peor caso (que suele ser el más frecuente) es cuando no comemos del todo bien ni nos movemos lo suficiente.
Si el aporte energético de los alimentos excede la cantidad recomendada, y no se realiza actividad física adecuada para eliminar y compensarlo, el organismo va acumulando ese exceso que se traduce en sobrepeso y otros problemas de salud. Por contra, el ejercicio físico continuado, acompañado de una dieta equilibrada, va a contribuir a la regulación del peso corporal.
Los estudios científicos demuestran que en los casos de exceso de peso no solo hay un bajo consumo de lácteos, verduras y frutas (junto a un elevado consumo de alimentos de alta densidad energética y bebidas con azúcar), sino que un alto porcentaje de niños no realiza actividad física fuera del colegio.
La escasa actividad física está asociada a un elevado número de horas frente al televisor, ordenador, videojuegos o en otras actividades sedentarias que los hábitos de vida actuales parecen propiciar. La Organización Mundial de la Salud estima que los estilos de vida sedentarios son una de las diez causas fundamentales de mortalidad y discapacidad en el mundo.
Los beneficios para la salud de un estilo de vida físicamente activo son variados: se ha comprobado una asociación inversa entre actividad física y riesgo cardiovascular, entre actividad física y obesidad, entre actividad física y riesgo de diabetes, riesgo de osteoporosis y fracturas o entre actividad física y riesgo de cáncer.
Pero todo ello tiene implicaciones no solo físicas, por los riesgos de salud que conlleva, sino también emocionales, ya que los niños que tienen sobrepeso suelen tener una baja autoestima, mayores niveles de ansiedad y depresión. A su vez, la práctica de juegos y deportes favorece no solo la salud y el control de peso, sino también bienestar psíquico y social. En definitiva, también se ha encontrado una asociación inversa entre los niveles de actividad física y la prevalencia de trastornos mentales.
En definitiva, el ejercicio físico es necesario en los niños porque contribuye a los procesos de desarrollo y maduración de su potencial genético. La actividad deportiva entendida como juego o actividad lúdica que implique movimiento, mejora significativamente las funciones cardiovasculares y contribuye a una adecuada maduración de sus habilidades psicomotrices y del sistema músculo-esquelético.
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