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Enrique Anderson Imbert distingue entre narraciones sobrenaturales y extrañas. En las primeras, dice, el narrador permite que en la acción irrumpa de pronto un prodigio. Se regocija renunciando a los principios de la lógica y simulando milagros que trastornan las leyes de la naturaleza. Por lo contrario, en las narraciones extrañas el narrador, en vez de presentar la magia como si fuera real, presenta la realidad como si fuera mágica. Y agrega: "Entre la disolución de la realidad (magia) y la copia de la realidad (realismo) el realismo mágico se asombra como si asistiera al espectáculo de una nueva creación. Visto con ojos nuevos a la luz de una nueva mañana, el mundo es, si no maravilloso, al menos perturbador. En esta clase de narraciones los sucesos, siendo reales, producen la ilusión de irrealidad."
En esta pieza no hay, en rigor, una ruptura de la realidad, como ocurre en lo fantástico, sino una visión inédita y más profunda de la realidad. Está desenvuelto según la lógica de la narración enmarcada, tan frecuente en uno de los maestros de Quiroga: Guy de Maupassant.
"El almohadón de pluma" es otro cuento de horror. Con respecto a su genealogía, se ha recordado también el precedente de Poe, aunque se reconocen ciertas diferencias. John A Crow señala: "En estos tres cuentos (se refiere a "La gallina degollada", "El almohadón de pluma" y "La miel silvestre") Quiroga sigue pareciéndose a Poe en su afición al horror, pero se diferencia radicalmente del cuentista yanqui en el uso que hace de estos temas Pon insiste en la nota del horror desde el primer párrafo, y logra un efecto creciente acumulativo; Quiroga se contiene con calculada anticipación hasta la crisis donde se desata en una terminación explosiva.
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