Con verdadero espanto contaban Botón y Azulita los sucesos de Don Bombón, vecino del piso alto, hombre bueno, joven y simpático, pero más comilón que un baúl a la hora de preparar un viaje. Así estaba él de gordo.
Ahora bien, ¿creen ustedes que era capaz de tragar muslos de pollo, filetes de vaca, cangrejos, sardinas, caracoles y demás animales? ¡De ninguna manera! ¡Pobres animalitos!
Don Bombón prefería almorzarse una buena pata de la mesa, un diccionario de los más gordos, gabanes asados, o neumáticos de camión, a los cuales, aunque empezaba por emplearlos para chicle de mascar, siempre acababa por tragárselos con mucho gusto. Se contaban de él infinitas anécdotas comilonas. Una vez que tenía que hacer un viaje, tomó su boleto en la ventanilla y sin darse cuenta fue... y se lo comió.
Cuando quiso entrar a la estación del tren, el que abre huecos a los boletos en la puerta tuvo que abrirle uno en la oreja, puesto que el boleto iba dentro de la persona. Luego, ya en el vagón, llegó el revisor, y como también tenía que marcarlo, picó a Don Bombón en la otra oreja. De modo que quedó como para que le pusieran pendientes o le colgaran embutidos.
Otra vez fue a visitar al Ministro de la Alimentación y se quedó esperando en la recepción; pero como el Ministro tardaba, le entró hambre y se comió un paraguas que había en el perchero. Lo malo es que luego le entró sed —porque los paraguas dan mucha sed, como es natural—; entonces fue a beber en una fuente, y al sentir el paraguas que entraba agua, se abrió, cumpliendo con su obligación, y en la barriga y en la espalda del vecino de Botón se notaban los picos del paraguas abierto, que ensancharon a Don Bombón de una manera alarmante, hasta que se le pasó poquito a poco.
Una tarde iba por el parque y vio un árbol lleno de manzanas. —¡Qué ricas! —se dijo—. Estas son para mí... Efectivamente, trepó al árbol y empezó a comer fruta; y cuando se acabó la fruta, empezó con las hojas, que cogía a bocados. Sucedió un detalle curioso: que Botón y dos amigos estaban en el mismo árbol, escondiditos para que no les vieran comer, y tuvieron que salir corriendo para que no se los comiera entre las hojas. Pero el caso es que acabó con las hojas y siguió con el tronco; pero siguió con el tronco de tal manera, que cuando pasaron los guardas vieron unos pies que salían del suelo como si algún malvado hubiera enterrado a alguien de cabeza. Tiraron los guardas de aquellas botas, y sacaron a Don Bombón, que estaba acabándose de comer las últimas raicillas del manzano, después de haber terminado con el tronco.
Antoniorrobles. Aleluyas de Rompetacones: 100 cuentos y una novela. N.º 10, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2010. (Adaptación)
En general, este fragmento descriptivo es un ejemplo de:
A.
Autorretrato.
B.
Hipérbole.
C.
Caricatura.
D.
Símil.
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