Respuestas
Respuesta:
Esta vez la prueba es irrebatible. Ni siquiera el asesinato de once personas que habían sufrido cinco años de cautiverio, ni el dolor de sus familias pudieron desatar una movilización de rechazo decidido de los colombianos. Los pocos que salieron a las calles lo hicieron para hacer visible el miedo que los invade de perder a sus parientes secuestrados. Los demás, los que pasaban por allí, se limitaban a seguir como espectadores de un drama que les era ajeno. Pareciera que estamos ante una sociedad que no se conmueve ante nada. Pese a que no hay un caso reciente que pueda demostrar que los colombianos no son indiferentes ante los acontecimientos, resulta muy duro (y además inútil) calificarlos de indolentes.
El problema está en que las expresiones de dolor e indignación que les produce cada injusticia o cada hecho de violencia no logran cruzar el umbral de las preocupaciones públicas. Los colombianos no logran constituir una razón (social o política) común que trascienda lo inmediato o la defensa de los intereses personales. Ni mucho menos promover una organización que les imponga la obligación moral de convertirse en parte de una causa, o les cree la necesidad de movilizarse al terreno político, que es donde pueden exigir responsabilidades y respuestas inmediatas.
Explicación: