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La historia del “Cura Gaucho”
De origen italiano y corazón gaucho, el Padre Juan Corti se convirtió en una de las figuras más representativas de la Iglesia en Argentina al entrar al tercer milenio, no sólo por su singular personalidad sino por la valiosa obra educativa y de asistencia social que emprendió en la Patagonia.
Este sacerdote salesiano nació el 9 de octubre de 1925 en Galbiate, norte de Italia, y llegó a la Patagonia en diciembre de 1949.
Su labor durante las últimas cinco décadas le valió el apelativo el "Cura Gaucho" entre sus feligreses de Comodoro Rivadavia. Fundador de numerosos colegios, iglesias y uniones vecinales, el “Cura Gaucho” ya fue objeto de un libro escrito por Angelina Covalschi con el título de "Más fuerte que el fuego".
Según él mismo relató, tenía sólo nueve años cuando se manifestó su profunda vocación Salesiana, la pasión por las lecturas de Don Bosco y un sueño que permanentemente lo alentaba: llegar a la Patagonia.
El origen de esta meta se remonta a la fecha en que Don Bosco fue proclamado santo. "El maestro de mi escuela de Galbiate nos llevó a la iglesia, nos formó en fila y cada uno debía darle un beso a la estatua. Yo me quedé último y cuando me tocó a mí, le pregunté a San Juan Bosco: 'Qué querés que haga, señor, y esa 'contestación' la recibí en agosto de 1947 cuando me llegó la orden de los superiores salesianos de viajar a la Patagonia", contó el sacerdo
Una luchador incansable
Podrán escribirse miles de biografías y se podrán narrar igual número de anécdotas. Corti está en la memoria colectiva de varias generaciones de comodorenses a las que ayudó y formó. A veces plantándose con autoridad, con un “cachetazo pedagógico” oportuno y casi siempre, aferrado a la picardía que le dio la misma calle. No solía bajarse de ninguna discusión y era directo y claro en sus mensajes. Jugaba al fútbol con la sotana arremangada, veinte contra veinte, fue clarinetista y hasta director de coro. Un polifácetico que no solía hacer nada para sí mismo sino para los demás.
Todo cabía en sus bolsillos gigantes en los que a través de la televisión en blanco y negro, solía llevar pequeños ejemplos a los más chicos. Y puso en jaque a todos los políticos y empresarios para que aportaran siempre lo que hacía falta. El hombre-sacerdote terminó dándole paso a la leyenda, al mito. Quien desparramó obras como “cuentas de un rosario” llegó a ser condecorado en su país con la orden “Caballero del trabajo”, un título que Corti prefería cambiar por el de “Cura manguero” capaz de sacarle agua a las piedras. Nunca dejó de hacer y fue sobre todo un hombre, duro e incansable por dentro pero que interiormente mostraba una gran sensibilidad, una autoexigencia que pagó con su propia salud.
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