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Entre los años 1700 y 1800, la población europea pasó de unos 115 a unos 190 millones de habitantes. Comparando este crecimiento con el de los siglos anteriores se aprecia que se estaba produciendo un cambio radical en la demografía.
Los datos permiten afirmar que esta transformación se produjo sobre todo a partir de mediados del siglo XVIII. Estos datos son cada vez más seguros y fiables, porque en esta época se realizaron ya verdaderos censos. Se trata de recuentos de la población referidos a individuos, tal y como se hace hoy día, y no a familias como se había hecho hasta entonces.
El crecimiento continuado de la población hizo que al finalizar el siglo XIX, en 1900, Europa alcanzara ya los 400 millones de habitantes: en esos cien años el aumento de la población fue más del doble.
Este crecimiento demográfico fue muy importante para la Revolución Industrial, porque significaba mano de obra abundante para la industria y un mayor consumo de toda clase de productos.
La gran transformación demográfica de esta época de debe fundamentalmente, a un descenso continuado y progresivo de la mortalidad.
En Europa, en el siglo XVIII la mortalidad pasa de un 38-40 por mil, a principios de siglo, a un 25 por mil a finales. Esta tendencia se mantiene a lo largo del siglo del siglo XIX, de manera que hacia 1900 la tasa de mortalidad europea había descendido por debajo del 20 por mil.
Este descenso continuado de la mortalidad se advierte sobre todo en las tasas de mortalidad infantil, aunque el dato que llama más la atención es la desaparición de las terribles epidemias que, en los siglos anteriores, asolaban a la población europea.
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