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No bien sentados en sus despachos, Samper y sus ministros se dedicaron a desprestigiar e programa de gobierno de Gaviria, en particular la Apertura económica, le endosaron toda clase de culpas, no tuvieron empacho en señalar a sus predecesores como enemigos de los pobres, y trataron de desmontar el programa de globalización y modernización de la economía. Ahí se produjo la primera división del partido. Fue por razones ideológicas, por el talante de los samperistas, y un poquitin por rencores personales del nuevo presidente que quería sacarse un clavo. esta división ha sido irreconciliable. En lo único que se está de acuerdo es en combatir a la pobreza y en desarrollar al país, pero existen visiones divergentes de lo que es e progreso y un total desacuerdo en cómo alcanzarlo. Curiosamente, cada uno de estos bandos liberales tiene mayor afinidad con ciertas fracciones del conservatismo y de la izquierda que con la otra de su propio partido, lo cual parecería indicar que se podrían formar dos nuevos partidos multiclasistas y pluralistas con los grupos de los tres movimientos tradicionales que tienen mayor afinidad entre sí. Este paso, si se diera, quizás podría ser el comienzo de la modernidad en materia de desarrollo político.
La otra gran división del liberalismo vino por razones éticas. Muchos compatriotas quieren hacer toldo aparte porque les ha repugnado como llegó a la presidencia este gobierno, los métodos que utiliza para comprar lealtades, y como se construyó una tenaza entre los sectores más corrompidos del Congreso y el ejecutivo para consolidar una hegemonía política que asegure la continuidad de quienes hoy detestan el poder político en Colombia -el sector que domina en la Convención Oficial. Esto ha juntado manzanas con naranjas en cada uno de los bandos de la nueva división liberal. Hay manzanas podridas que comparten las ideas de la modernización del país pero militan en el oficialismo por las ventajas que obtienen; y naranjas agrias que se oponen a Samper y a Serpa por razones éticas pero que estarían de acuerdo en volver a una economía dirigida y oprimida. El anticontinuismo abarca a personas como Luis Guillermo Giraldo, Gabriel Rosas o el mismo Humberto de la Calle, a quienes no les entusiasma demasiado la apertura, pero desean reformar las costumbres del partido liberal, sin cambiar las ideas, y a muchos otros que rechazan la corrupción, pero que también se oponen al continuismo por su pobreza mental, por lo que supone en términos de atraso, escasez de programas y de ideas. Es importante reformar la política, reorganizar los partidos o crear partidos modernos. Hay que erradicar la corrupción y la ignorancia del sistema político, e impedir que se entronice en el poder una mafia política. Pero lo más importante sería poderle responder a los millones de ciudadanos que votaron simbólicamente en las últimas elecciones. A esa multitud de optimistas que aspiran a vivir en paz en un país más justo y más desarrollado no les está respondiendo ninguna de las dos convenciones de este domingo, enredada como está cada una de ellas en los tejemanejes, legalismos y pequeñeces de la política liberal.
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