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Respuesta:
Los electrodomésticos y aparatos electrónicos conquistaron los hogares de clase media gracias a la electrificación doméstica, materializada hace un siglo.
Los electrodomésticos de hoy siguen dependiendo de la misma fuente energética y los estándares apenas han cambiado.
Eso sí, los cambios sociales y de uso tecnológico arrinconan a productos que hace poco parecían irremplazables. Otros empiezan su lenta retirada.
Antes y después de la electrificación
Sin la electrificación, las aplicaciones que nos asisten en casa y el trabajo habrían evolucionado de un modo distinto y la dependencia con respecto a los combustibles fósiles habría sido aún mayor.
Tres energías compitieron para propulsar los primeros electrodomésticos y aparatos en casa y la oficina: calderas y motores a vapor, mecanismos propulsados por gas natural -y combustibles alternativos, desde el queroseno a la gasolina- y, finalmente, aparatos eléctricos.
Los estándares de estos últimos, que acabaron imponiéndose, no han cambiado de manera radical desde la época de Edison.
Dos innovaciones paralelas convencieron a ciudades, empresas y hogares a invertir en electricidad. La primera fueron las resistencias eléctricas (“resistor” en el argot electrónico), que demostraron su viabilidad técnica y económica; en segundo lugar, se crearon los primeros motores pequeños, resistentes y eficientes.
De las válvulas de vacío a los transistores
A finales de la II Guerra Mundial, los transistores facilitaron el surgimiento de la electrónica e informática modernas, que sentarían las bases de lo que un grupo de entusiastas de Silicon Valley convertiría en la industria informática personal (John Markoff lo explica en su ensayo What the Dormouse Said).
Electrificación, resistencias y pequeños motores, los tres avances de principios del siglo XX, posibilitaron neveras, lavadoras, tostadoras y los primeros aparatos electrónicos.
En el intervalo de 4 décadas nacerían los electrodomésticos y aparatos que crearían industrias enteras y dominarían el entorno cotidiano de las clases medias.
Un siglo después, los cambios tecnológicos y sociales relegan finalmente al ostracismo a muchos de estos inventos, sobre todo debido a la convergencia tecnológica de soportes y dispositivos, así como a la desaparición de estándares de entretenimiento.
Internet: la segunda “electrificación”
La Internet de banda ancha sin cables, así como los nuevos soportes para contenido multimedia, arrinconan aparatos esenciales en los hogares hasta hace apenas una década, como el microondas o el reproductor multimedia en soporte físico.
Lejos quedan las guerras de soportes entre los consorcios liderados Matsushita-Panasonic y Sony (cintas de vídeo doméstico Betamax -tecnología perdedora, aunque técnicamente superior- contra VHS), para imponer estándares de cinta magnética; incluso el DVD y el Blu-ray son relegados del hogar y desaparecen como periféricos de los últimos portátiles.
Cuando todo empezó: la guerra de las corrientes
Hay que remontarse a una época anterior a hitos técnicos como la inauguración de la torre Eiffel o los primeros rascacielos para encontrar el origen de los grandes y pequeños electrodomésticos, así como de aparatos electrónicos.
En la década de 1880, se produciría el acontecimiento que iniciaría decenas de industrias que crearían en las décadas siguientes millones de puestos de trabajo y contribuirían al bienestar de las nuevas clases medias en los países industrializados, la guerra de las corrientes.
La guerra de las corrientes fue una contienda de intereses y relaciones públicas, la competencia tecnológica entre modelos comerciales de distribución eléctrica opuestos:
la transmisión eléctrica usando corriente alterna (AC en sus siglas en inglés, tal y como proponían Nikola Tesla y el industrial George Westinghouse);
y el modelo que empleaba corriente continua (DC -“direct current”- en sus siglas en inglés, propuesta por Thomas Edison y su empresa General Electric).
La corriente alterna de Tesla
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