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“Sin incendios, no habría vida en la Tierra”, asegura el científico del fuego Guillermo Rein, catedrático del Imperial College de Londres. Aunque esa afirmación parece una paradoja después de que España lleve días ardiendo. Zamora, Tivenys, Yeste y recientemente el sur de Francia, con diversos fuegos simultáneos que han requerido la evacuación de 12.000 personas. Antes Doñana. Y Portugal. Y Chile. Y medio planeta.
Y sin embargo, prosigue Rein, “los incendios son clave para mantener la concentración de oxígeno adecuada en la atmósfera; el fuego regula el ciclo del carbono y la vida, tal como la conocemos, está basada precisamente en el carbono”. Tras una pausa, este ingeniero remacha: “Aunque solemos pensar en los incendios como un invento humano que mata plantas, animales, personas, el fuego, como ocurre con la lluvia o el viento, es un componente natural esencial, básico para mantener la biodiversidad del planeta”.
Al menos hace 400 millones de años que la Tierra arde de forma sistemática y a diario. Los satélites que observan el planeta envían imágenes en las que se aprecian miles de fuegos quemando a la vez. África es, sin duda, el continente que más arde. Y lo hace durante meses.
A pesar de que algunas especies que no logran escapar de las llamas salen perjudicadas, esos fuegos salvajes comportan en general beneficios para la naturaleza y “todos los ecosistemas, con excepción de la Antártida, cuentan con un rol natural del fuego y se han adaptado a él”, afirma Juli G. Pausas, investigador del CSIC en el Centro de Investigaciones sobre la Desertización (CIDE).
Buena muestra de ello son muchas plantas mediterráneas que presentan adaptaciones evolutivas al fuego, desde la dispersión de semillas al desarrollo de corazas naturales como el corcho de los alcornoques. Por ejemplo, el pino blanco, una especie común en Catalunya, genera muchas piñas que no se abren al caer al suelo, a diferencia de otras especies de pinos, sino que se acumulan cerradas y forman lo que se denomina banco de piñas. Cuando llega un incendio, el calor de las llamas las abre y se dispersan entonces los piñones, que germinan y dan lugar a nuevos pinos.
Muchas plantas mediterráneas que presentan adaptaciones evolutivas al fuego, desde la dispersión de semillas al desarrollo de corazas naturales como el corcho de los alcornoques
Pausas, uno de los autores del Decálogo de Incendios Forestales promovido por la Fundación Pau Costa, explica que “hay plantas que pueden aguantar 50 años o incluso más sin germinar, esperando a que llegue el fuego. Otras a las que lo que estimula su germinación es precisamente el humo del incendio. Son ejemplos de adaptaciones que se han creado porque siempre ha habido incendios, fundamentales para generar la biodiversidad que tenemos hoy en día”.
Bomberos combaten el fuego en Castelo, Maçao (Portugal) el, 26 de julio del 2017.
Bomberos combaten el fuego en Castelo, Maçao (Portugal) el, 26 de julio del 2017. (Nuno Andre Ferreira / EFE)
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De hecho, han tenido un papel crucial en la conservación de bosques y de prados durante miles de años. “Hay parajes que usan el fuego para su beneficio, para seguir existiendo”, indica Rein, en referencia a que los incendios salvajes favorecen la diversidad de ambientes y evitan la homogeneización de especies.
El caso más extremo es el de la sabana africana, el espacio más incendiado del planeta y uno de los lugares con más biodiversidad. Está literalmente forjada por las llamas, puesto que quema casi por completo cada año.
“Tiene un régimen de incendios con una frecuencia muy elevada y unas intensidades muy bajas que generan zonas abiertas que permiten que haya multitud de especies, desde insectos a mamíferos”, señala Pausas, que explica que “en el otro extremo están los bosques boreales, que arden muy poco pero con unas intensidades muy elevadas. El Mediterráneo es un caso intermedio”.
No obstante, esos incendios salvajes necesarios para mantener el equilibrio de la naturaleza, ahora están cambiando tanto de intensidad como de frecuencia debido a la acción humana y están dejando de ser beneficiosos.
“Una cosa son los regímenes de incendios naturales, en los que el bosque quema cada 20, 40 u 80 años y otra los antrópicos –dice Miguel Ángel Soto, de Greenpeace–. En España, ganaderos y agricultores queman el monte cada año, para cultivar, abrir pastos o espantar a lobos y otras alimañas. Esos incendios no tienen nada de beneficiosos”.
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espero haberte ayudado dame coronita plis porfavor.