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El gobierno del distrito federal estará a cargo del Presidente de la República, quien lo ejercerá por conducto del órgano u órganos que determine la ley respectiva”, dice ahora nuestra Constitución, como en síntesis cortesiana de una historia que se remonta a los conflictos entre los soberanos y los municipales de la Edad Media castellana, también resumidas en el título de la obra de Lope de Vega: El mejor alcalde, el rey.
De muy lejos vienen el debate y la historia accidentada de nuestra ciudad política. Se inicia con un conflicto: la destrucción de los alcaldes ordinarios de la ciudad por el gobierno de la Primera Audiencia en 1928.
Afines de la época colonial, esa historia no saldada pudo terminar con un acuerdo del virrey Iturrigaray y el cabildo del que formó parte Primo de Verdad, para reivindicar la soberanía respecto de la España dominada por Napoleón, pero virrey y síndico acabaron en la cárcel.
De muy lejos vienen también las contradicciones en que se desgarra la argumentación sobre el mejor gobierno posible para nuestra ciudad. En la Colonia, gestas de libertad municipal, numerosos episodios de imposición hereditaria y de compras abiertas de los cargos de Ayuntamiento; en el México independiente, una larga disputa sobre los límites del Distrito Federal y los derechos de sus ciudadanos.
500 AÑOS DE INDECISIÓN
Ha sido la de México una ciudad marcada por la postergación de las decisiones sobre su destino. En 1521, recuerda Edmundo O’Gorman “Cortés es de opinión que la antigua ciudad indígena (Tenochtitlán-México) debe ser completamente Arrasada y abandonada”. Guillermo Porras Muñoz ofrece sin embargo suficientes datos para sostener que, desde el primer momento después de la caída de la ciudad, Cortés, tuvo la intención de darles nueva vida a los escombros que había en la isla y esto tenía que incluir una forma jurídica, a menos que se pensara en dejar la antigua capital en manos de los indios, lo cual significaría que se verían de nuevo como señores de su anterior grandeza y poderío.
Había también razones para ello: “por la importancia y el esplendor que había tenido Tenochtitlán en toda la tierra”, no parecía “sensato” abandonarla a los vencidos. Por otra parte era urgente “asentar la capital por el efecto sicológico que tenía que producir en los indígenas el ver que los conquistadores efectivamente estaban ahí para quedarse”.
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Espero que pronto lo encuentres
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