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De vez en cuando todavía me sale el alma de biólogo… Madeira, como buena isla volcánica con un nivel de insolación elevado, está llena de lagartijas. En la zona de mi hotel hay miles de ellas, y ayer pude observar un comportamiento la mar de curioso e inesperado: en circunstancias normales, las lagartijas huyen cuando te acercas a ellas, como cualquier lagartija que se precie. Sin embargo, si estás en la zona de las piscinas y pides la comida, en el momento en que llega el camarero con la bandeja, la zona se llena de lagartijas, que se acercan en busca de comida y llegan a comer de la mano, como puede verse en la foto. Por supuesto, jamás me había imaginado la posibilidad de dar de comer en la mano a las típicamente esquivas lagartijas, y mi hija estaba tan pasmada como yo, fue una situación la mar de divertida.
Los reptiles son unos seres francamente fascinantes. Como organismos poiquilotermos que son, regulan su temperatura corporal mediante mecanismos externos, de manera que suelen mantener tasas de actividad nocturna bajas (al no tener disponible el sol como fuente de energía) y empezar el día en situación de déficit energético, lo que les obliga a buscar un lugar cálido en donde elevar la temperatura de su cuerpo para poder iniciar su actividad. El balance energético es clave en su biología, y la obtención de alimento consiste en una auténtica ecuación: la energía aportada por el alimento obtenido debe ser lógicamente superior a la cantidad de energía invertida en su captura. Tanto la lagartija ibérica (Podarcis hispanica) como su prima cercana, la lagartija de Madeira (Podarcis dugesii, un endemismo de las islas) son, en principio, animales insectívoros en sentido amplio, con dietas compuestas típicamente por arañas e insectos de todo tipo. Sin embargo, ayer pude observar perfectamente (la mano de la foto es mía) lagartijas consumiendo con avidez prácticamente todo tipo de alimentos, desde vegetales hasta fragmentos de carne o pescado, y acercándose al hombre hasta el punto de comer en su mano. Desde un punto de vista de metabolismo energético, entre la costosa y esforzada captura de un insecto vivo, y la obtención de comida de la mano del hombre, la ecuación resulta sumamente clara. Las lagartijas lo saben, y a pesar de sus escasos cuatro miligramos de cerebro, son capaces de adaptarse a la situación y obtener así una ventaja biológica que les permite una amplia y eficiente colonización del ecosistema. La zona del hotel está literalmente llenita de lagartijas. Ignoro cuantas generaciones de lagartijas han tenido que pasar para que éstas se den cuenta de que el contacto con el hombre les resulta, en este caso, beneficioso, pero la capacidad de adaptación resulta claramente evidente.
Ya nos gustaría que ante determinadas situaciones de cambios en su entorno, el Homo economicus mostrase la misma capacidad de adaptación que los cuatro miligramos de cerebro de la lagartija.
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dame coronita plis
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pequeño espero que te ayude