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Explicación:
Roberto Marcelino Ortiz era el presidente de Argentina al momento del estallido de la guerra en septiembre de 1939. El país estaba en un periodo de conservadurismo político y crisis económica denominada como la Década Infame. La Concordancia estuvo acusada de corrupción y fraude electoral. La Unión Cívica Radical se hallaba dividida entre la FORJA, una línea que apoyaba al presidente radical depuesto Hipólito Yrigoyen, y el liderazgo oficial de Marcelo Torcuato de Alvear, cercano a la Concordancia. El Partido Socialista y el Demócrata Progresista eran también conservadores. El Partido Comunista fue inicialmente negado a los sindicatos dado el alineamiento de sus intereses con los de la Unión Soviética.
El ejército argentino era altamente germanófilo. Esta influencia había crecido desde 1914 a causa de ambas guerras mundiales. Esto, sin embargo, no implicaba un rechazo de democracia, sino una admiración de la historia militar alemana que, combinada con un intenso nacionalismo argentino, influyó en la actitud tomada por el ejército: permanecer neutrales.
Los argumentos a favor de la neutralidad variaron desde la propia tradición militar argentina (el país se había mantenido al márgen tanto de la Primera Guerra Mundial como de la Guerra del Pacífico), a la percepción de la guerra como conflicto entre países extranjeros en el que no estaban en juego intereses argentinos, y, por otro lado, la anglofobia y el rechazo de intentos extranjeros para forzar a Argentina a unirse a la guerra. Sólo unos pocos dirigentes militares apoyaron a Adolf Hitler. La guerra da como resultado un pequeño impulso a la economía argentina, cuando el comercio con Gran Bretaña estaba reducido. Así empezó un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, el cual tuvo algunos antecedentes durante la Gran Depresión. Esta industrialización dio inicio a un proceso de migración interna, moviéndose las personas que vivían en un ambiente rural o en pueblos pequeños hacia los centros urbanos