• Asignatura: Religión
  • Autor: deimanenriquehernand
  • hace 6 años

quiénes son los hombres que Dios considerará grandes y pequeños en el reino de los cielos

Respuestas

Respuesta dada por: manuelajigon19l
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Respuesta:

El que se hace pequeño... Ése es el más grande en el Reino de los cielos".

22.09.2018

Domingo Veinte y Cinco Año Ordinario B. 23.09.2018

"Al salir de allí atravesaron la Galilea sin detenerse. Jesús no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Y les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, que le darán muerte; y, a los tres días de muerto, resucitará" Pero ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntarle". (Marcos 9, 30-32).

A Jesús el tiempo se le hace corto. En adelante se dedica principalmente a preparar al grupo de los apóstoles que tendrían la gran responsabilidad de continuar su obra.

Ellos no entendían lo de su muerte y resurrección: son cosas que no se entienden sino después que han sucedido. Prefieren no preguntar ni saber; con eso dejan a Jesús más aislado.

"Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, Jesús les preguntó: ¿Qué venían discutiendo por el camino?" Ellos se quedaron callados, porque habían discutido entre sí cuál era el más importante". (Marcos 9, 33-34).

Los apóstoles han vuelto a Cafarnaúm, centro de sus expediciones misioneras, y están en la casa, muy probablemente la de Simón Pedro y su familia.

Han predicado el Reino de Dios, hacen curaciones milagrosas y también expulsan a los demonios. Aún les falta lo más importante: ser humildes.

También nosotros seguimos a Cristo, nos sacrificamos por él, nos hemos comprometidos en el servicio a la comunidad, tenemos cara de buenos cristianos, el Señor hace por nuestras manos algunos milagros chicos o grandes... ¿Podemos por eso compararnos al vecino? ¿Tenemos el derecho de imponernos cuando los demás preferirían contar con los servicios de otra persona? ¿Debemos considerarnos como maestros de los que no alcanzan nuestro nivel?

"Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: "Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos". Y, tomando a un niño, lo puso entre ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: "El que recibe a un niño como éste en mi Nombre, a mí me recibe; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió".

El gesto de Jesús hay que ponerlo en el contexto de su enseñanza. Los apóstoles discuten quién era el más importante. Esto no es asunto ni una discusión nueva para ningún grupo humano. Tampoco para los grupos de Iglesia. No siempre aparece como algo muy visible y palpable a nuestros sentidos, pero está latente en hechos y actitudes. En el egoísmo humano y en su raíz misma está el ser más importante y el primero. Es una verdadera competencia humana.

A esta actitud, o mejor dicho, a este instinto, Jesús le da una orientación radicalmente nueva. ¿Quieren ser los primeros en importancia? Entonces, "quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Y presenta a un niño como modelo de todo esto.

La gran mística del Evangelio, que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos, es el nuevo criterio que Jesús establece para medir a los hombres y mujeres. Ante tal revolución de valores, no es extraño que un niño se nos ponga como modelo.

Las características del niño deben darse, como actitud de espíritu, en nuestra relación con Dios Padre. Las relaciones con el Padre es el gran criterio escondido para hacer de alguien primero o último. No es una relación de poder, ni de riqueza, ni de sabiduría humana, y es por eso que estos criterios son insuficientes. La relación con el Padre es la de un verdadero hijo: es filial, y los niños nos enseñan, con su actitud, cómo debemos hacerla crecer.

La actitud de un niño con sus padres y con el mundo es un sacramento de nuestra actitud con el Padre.

Un niño espera todo de sus padres, depende de ellos. El niño se siente limitado, incapaz de vivir por sí mismo. Un niño confía ciegamente en sus padres; se siente amado y acompañado por ellos. Un niño tiene defectos y problemas, pero sabe que siempre sus padres lo comprenden y lo perdonan. Cree más en la fidelidad de sus padres que en la propia. No es un pretencioso. El problema de ser o no importante, el primero o el último, no le interesa. Lo que cuenta es su vida de hijo de sus padres.

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