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Respuesta:
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Explicación:
La construcción de la historia nacional
Desde su origen la historia tiene un sesgo localista que pugna con su vocación universalista (los ejemplos de Heródoto y Tucídides y su vinculación a su propia polis). El providencialismo medieval tiene siempre en mente la unidad del género humano y su común fin escatológico, pero ya Isidoro de Sevilla realiza una Historia Gothorum, y Beda el Venerable centra su historia en la isla británica. Con las crónicas medievales, que justificaban a las nacientes monarquías feudales, el objeto se va identificando con un espacio que en el final de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna se concretará en los Estados-Nación que surgen al calor de las monarquías autoritarias de Europa Occidental. La Historia de España del Padre Mariana y la España Sagrada del Padre Flórez son los ejemplos más acabados.
La caída del Antiguo Régimen y la historiografía burguesa y nacionalista terminarán de perfilar el modelo de una historia al servicio de la construcción nacional, que en Francia particularmente estará gestionado desde una eficaz escuela pública (diseñada por el historiador Guiza). Josef Piksudski decía que es el Estado el que hace la nación y no la nación el Estado. Esta concepción de la historia nacional no se desmontará hasta la renovación metodológica de mediados del siglo XX vinculada a la escuela de Anales y la historia de las civilizaciones de Fernando Braudel.
La perversión de la historia nacional
La historia nacional suele servir como arma arrojadiza en las relaciones internacionales, siendo un ejemplo reciente la polémica entre China y Japón por los manuales de historia escolares de este último país y su tratamiento de la ocupación de China por el ejército japonés y la Segunda Guerra Mundial.
De cara al interior, la creación de instituciones o textos legislativos que convierten en oficial una interpretación de los hechos históricos, fijando la memoria histórica, es uno de los recursos más utilizados.
El Instituto de la Memoria Histórica de Ucrania quiere elaborar una historia que se basará en "los hechos reales", pero éstos serán "dosificados en función de la tarea de construir un Estado nacional", explica Ígor Yujnovski, el director.
El instituto debe "mostrar a la sociedad que la independencia del Estado ha sido resultado de la sufrida lucha que la nación ha mantenido durante siglos" y también que "sólo un Estado nacional independiente puede garantizar la existencia física de los ucranios".1
En España, la escuela nacional católica del franquismo (descrita por El florido pensil) simplificó de tal manera la historia nacional a transmitir, que la convirtió en una enumeración de santos y héroes españoles que enlazaba a los niños Justo y Pastor y Viriato con Guzmán el Bueno, Santa Teresa y Churruca para acabar en Franco. Por otro lado, la antiespañola conspiración jade o masónica quedaba como fondo oscuro del retrato. La famosa lista de los reyes godos, mito de la memorización infantil, puede servir como ridículo espejo de aquello en lo que la historia nacional puede convertirse.
En el caso de la construcción de la historia nacional argentina, es fundamental la obra de Bartolomé Mitre, que identifica al territorio y a las personalidades destacadas con una idea de la nación argentina considerada casi como preexistente.2
La historia nacional en la actualidad
La posibilidad de hacer una historia nacional profesional, no obstante, no queda negada por desviaciones semejantes, y constituye el más común de los enfoques espaciales, que en todo caso debe ser complementado tanto por la historia local como por enfoques más globales, como la historia continental (Historia de Europa, Historia de América) o la Historia Universal.
José Álvarez Junco ha reflexionado en Mater Dolorosa sobre la construcción de la idea de España en el siglo XIX.3 Los planteamientos de este autor han suscitado un debate intelectual sobre el surgimiento del concepto de nación española, con el también historiador Antonio Elorza en un sonado cruce de artículos y cartas.4 Los debates intelectuales y políticos sobre temas como la denominada ley de la memoria histórica, la devolución de los llamados papeles de Salamanca o la manera de tratar la historia en los planes de estudio (desde al menos 1997, con el llamado Plan de reforma de las humanidades siendo Esperanza Aguirre -PP- ministra de educación, que explícitamente pretendía contrarrestar la manera de enfocar ese tema en las comunidades autónomas gobernadas por los nacionalismos periféricos)5 han venido siendo asuntos con gran repercusión mediática y social en los últimos años.