• Asignatura: Historia
  • Autor: ejaquelinrm2006
  • hace 5 años

las características de los alimentos,población y educación de mesoamerica y nueva España

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Respuesta dada por: karlisparis01
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Respuesta:

Los viajeros y cronistas españoles que llegaron a la Nueva España, no dejaron de alabar la riqueza natural de estas tierras, donde los frutos de los árboles, tan abundantes y variados, eran un regalo para ricos y pobres. Estos comentarios, no sólo fueron producto de la fascinación inicial por el nuevo mundo "descubierto" en el siglo XVI, sino que esta percepción continuó en los siglos posteriores; Fray Francisco de Ajofrín, recorrió el territorio novohispano durante el año 1763, y no dejó de reparar en la abundancia de los frutos regionales, la fertilidad de las semillas y la multiplicidad de huertos y granjas que encontraba a su paso, tanto por tierras "frías y calientes". A simple vista, parecía que en la Nueva España, no había que prever la forma de alimentarse, al menos de un modo tan riguroso como en Europa.2

La fertilidad de las tierras novohispanas es un tema que fue tratado seriamente por los sabios de fines de la época colonial, entre ellos Abad y Queipo, y el más conocido Alejandro de Humboldt, para quién la productividad del trigo era superior cinco o seis veces la de Francia. Calculó como producto medio entre 22 y 25 granos por uno en diversas haciendas, siendo las más generosas las de Cholula (Puebla), en Atlixco y Celaya, gran parte del Bajío y también en los obispados de Michoacán y Guadalajara donde su producto era de 22 a 30 por uno.3 Dichas observaciones no eran puro optimismo si las confrontamos con los estudios de Van Bath para la Europa del siglo XVIII, donde la productividad de las zonas más fértiles localizadas en Francia e Inglaterra, demuestran un rendimiento de la simiente de 1 a 3 como mínimo y de 1 a 10 como máximo, y de 1 a 9 y 1 a 12, respectivamente; con lo que la Nueva España aparece como una región verdaderamente privilegiada.4

Por su parte, el maíz mucho más productivo que el trigo, se adaptaba a cualquier tipo de suelo y a las diferencias de humedad, pudiendo cultivarse en todas las tierras del virreinato. Padecía con las heladas, pero se recuperaba fácilmente y también de las grandes sequías. En los meses de lluvia, podía captar suficiente agua para reponerse �según Humboldt� la anchura de sus hojas era la que contribuía mucho a la nutrición y fuerza vegetativa de la gramínea.5 En algunas zonas del Valle de México, como por ejemplo en Chalco, se sembraba hasta en tres épocas distintas del año. Aunque en general la cosecha de maíz era muy favorable en todo el mencionado Valle y sus alrededores, produciendo frutos en un promedio de seis meses. El rendimiento calculado en el siglo XVIII, de acuerdo a la cantidad sembrada y la cantidad cosechada, alcanzaba proporciones habituales de 1 a 100 y de 1 a 200 granos, aunque podían tener rendimientos extraordinarios de 1 a 300 e incluso de 1 a 800.6

Para validar estos datos de fertilidad, se les puede confrontar con cifras de abasto de las principales ciudades del virreinato durante el siglo XVIII; los volúmenes de ingreso de trigo a Zacatecas fluctuaron entre 3 y 10 mil cargas anuales de harina; a Guadalajara entre 10 y 16 mil cargas de trigo y harina durante los años de mayor demanda; a Querétaro casi 14 mil cargas anuales; a Puebla más de 63 mil cargas en 1801 y a Ciudad de México, la ciudad de mayor demanda de alimentos del virreinato, entre 100 y 120 mil cargas anuales de harina de trigo.7 Además de los volúmenes de harina, también se contaba con los de maíz: a Zacatecas ingresaron entre 10 mil cargas y 20 mil cargas anuales durante el siglo XVIII, a Guadalajara entre 15 mil y 26 mil cargas anuales y a Ciudad de México entre 20 y 60 mil cargas de maíz.8 Es decir, al parecer existió un flujo normal de granos hacia las ciudades y sus niveles de abasto se adaptaron a los crecimientos demográficos, salvo en años excepcionales, como el año 1785, como se verá más adelante.

Los mercados repartidos a lo largo del territorio impresionaban a los viajeros por el surtido y abundancia de comida, aunque el más surtido del virreinato era sin duda el de Ciudad de México. Hernán Cortés, describió en el siglo XVI la zona de Tlatelolco y en el siglo XVII y XVIII, viajeros como Giovanni Gemelli Careri y Juan de Viera, atestiguaron sobre el mercado del Volador y muchas otras plazas, en las que la gente podía encontrar todo el año hortalizas y frutas de toda especie. Esto se debía en gran parte a las chinampas, verdaderos huertos flotantes de origen prehispánico, que en el siglo XVIII pervivían hacia el sur de la ciudad. José María Alzate señaló, lo mismo que los estudiosos de hoy ratifican, que en el suelo de las chinampas se cultivaba en una secuencia cíclica, una asociación diversa de plantas, con tiempos de maduración distintos. La producción intensiva de hortalizas, una agricultura independiente del régimen de lluvias y una condición acuática, que beneficiaba el transporte de los cultivos, garantizó el abasto permanente de hortalizas a los habitantes de Ciudad de México.9

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ejaquelinrm2006: gracias si me sirve
karlisparis01: denada
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