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Cuanto más leo sobre etnoedafología (o etnopedología como se denomina en Latinoamérica), me asaltan dudas sobre las arrogantes gestas de que hace gala la agricultura de los siglos XX y XXI. La Noticia que os proporciono hoy procede de una nota de prensa de La Razón Digital, y de la que se hizo eco el boletín notiweb de la Comunidad Autónoma de Madrid. Esta llevaba por título “Los trasvases imposibles que copiaron los incas”. Realmente, sí se antojan inverosímiles, pero son ciertos. La cultura Moche o Mochica, antes que los Incas, lograron irrigar zonas áridas construyendo enormes obras hidráulicas desde los Andes hasta yermos o desolados cuasi-desiertos litorales del Perú, que convirtieron en vergeles. Tales gestas compitieron con sus habilidades cerámicas, metalúrgicas y la casi omnipresente presencia de faraónicas pirámides, esta fabricadas con ladrillos de adobe, que no de roca. Más aun, aparte de la gestión del riego para el cultivo de maíz, en ambientes difíciles para las tecnologías modernas (explotación de acuíferos u onerosas presas a cientos de kilómetros de distancia), también abonaban con compuestos orgánicos, tal como lo es el guano. Cada vez está más claro que nuestros “portentosos desarrollos tecnológicos” a penas han aportado nada en materia de sustentabilidad, si las comparamos con diversas tecnologías de los pueblos indígenas esparcidas por las más variadas regiones del mundo. Del mimo modo, civilizaciones más conocidas como las de los Incas y Mayas, parecen haber usado conocimientos y saberes de otras que las precedieron, y cuya desaparición sigue siendo una incógnita, en muchos casos. La cultura Mochica resulta ser otra civilización perdida, cuya estructura compleja a penas asoma a partir de restos arquitectónicas u otras reliquias.
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