• Asignatura: Arte
  • Autor: maritzanohemiflores
  • hace 5 años

índice La bella y la bestia​

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Respuesta dada por: notengonombreholis
1

Hola

ÍNDICE

◊ Prólogo

◊ Nota editorial

◊ La Bella y la Bestia

Advertencia

I

II

III

◊ Apéndices

Fábula de Cupido y Psiquis, de “El asno de oro” de Apuleyo (traducción de Diego López de Cortegana)

El Rey Cerdo, de Gianfrancesco Straparola da Caravaggio

La Bella y la Bestia, de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont

Orientación bibliográfica

Cronología

Notas

Acá va

PRÓLOGO

Ningún cuento de hadas es, quizás, más conocido que La Bella y la Bestia. La literatura, el teatro, las historietas, el cine, la misma ópera, se han encargado de difundir universalmente las terribles y encantadoras aventuras de una joven virtuosa que acepta sacrificarse por su padre entregándose a un monstruo, para acabar descubriendo, feliz e inevitablemente, que su horrible prometido es el más hermoso de los príncipes. Pero nadie más desconocido, sin duda, que Gabrielle de Villeneuve, autora de la versión original de una narración que, como el desdichado enamorado, estaría llamada a continuar sus propias metamorfosis, una de las cuales tendría como consecuencia la de hacer caer injustamente en el olvido a su creadora luego de que Jeanne-Marie Leprince de Beaumont resumiese su novela hasta darle las dimensiones de un simple cuento infantil, publicado apenas un año después de que muriera la autora del relato original.

La historia de la literatura abunda en injusticias semejantes, de las que con gran frecuencia fueron víctimas las mujeres; es paradójico que, en este caso, el prolongado eclipse en el que entró Gabrielle de Villeneuve se haya debido a la luz que la posteridad prefirió proyectar sobre otra mujer. Mayor aún es esta injusticia si consideramos las enormes diferencias que existen entre las complejidades narrativas de la novela original y el carácter lineal del cuento, que redujo la historia a su esquema más simple (y sentimental y edificante). El cuento se acaba, escuetamente, en el momento en que la Bestia recupera su forma humana y se une a la Bella para hacer real la promesa de una dicha sin fin; en la novela, este acontecimiento da inicio a una larga continuación retrospectiva del relato, en la que, como en un juego de cajas chinas, se nos explican las circunstancias que anteceden a la historia que se acaba de contar y la explican. El carácter de los protagonistas se nos muestra con mayor sutileza y detalle; la heroína, en particular, se destaca por su sangre fría y el sentido común que demuestra en los momentos más terribles. Cierta crudeza de expresión de la que, a fin de cuentas, era una historia de hadas para adultos, quedó naturalmente eliminada en la versión de Leprince de Beaumont, dirigida a los niños. La historia de Gabrielle de Villeneuve tiene, además, una riqueza de invención mucho mayor; señalemos, como el detalle más sorprendente, la escena en que la autora, en pleno siglo XVIII, prevé la televisión (¡y no sólo eso, sino hasta las actualidades transmitidas en directo!). En el cuento de Leprince de Beaumont no se nos dice cuál es el aspecto del monstruo; en el relato de Gabrielle de Villeneuve lo percibimos por algunos rasgos particulares: tiene trompa de elefante, escamas, su voz ronca y sus aullidos infunden terror, es muy grande y pesado (curiosamente, en la célebre película que Jean Cocteau filmaría en 1946, la Bestia tiene algo de león; seguramente porque un felino tiene más sex-appeal que un paquidermo…). Pese a todo, el relato original se las ingenió a su manera, a lo largo de los años, para hacer solapadas señas que indicasen su presencia; las manos que sostienen candelabros en la película de Cocteau, por ejemplo, provienen de él, y las ilustraciones de Walter Crane y Edmund Evans que ilustran cierta bella edición inglesa del cuento de Leprince de Beaumont hecha en 1875 (una de las cuales es posible ver en la cubierta de este libro), están evidentemente inspiradas en los episodios de la novela, así como en el cuento del italiano Giovanni Francesco Straparola que fue una de sus fuentes más cercanas. A la autora, en cambio, le tocó esperar mucho más para sustraerse a la invisibilidad.

Para no correr el peligro que acecha a todo autor de prólogos: el de abusar de la palabra por el hecho de ser el primero en usarla, nos atendremos a la recomendación que la propia autora hace en la Advertencia con que introduce su relato y abreviaremos nuestra intervención, poniéndole aquí mismo punto final, para dejarle al lector el placer de descubrir, sin dilaciones, uno de los más sorprendentes y singulares cuentos de hadas de la literatura francesa.


maritzanohemiflores: MUCHAS GRACIAS
notengonombreholis: De nada
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