Respuestas
Respuesta:
Esparta no podía admitir la hegemonía de Atenas. La expansión de los atenienses suponía el arraigo en toda Grecia de una constitución política que detestaba, pero también la garantía de que la hegemonía que ella misma había ejercido sobre Grecia antes de la invasión persa no regresaría jamás.
Sólo el renacer de su propia confederación, la Liga del Peloponeso, sobre la que los lacedemonios ejercían una autoridad semejante a la de Atenas en la Liga de Delos, podía evitar el final aciago que el destino parecía reservar a los espartanos.
Grecia entra así en un período que anticipa de algún modo la Guerra Fría, con la salvedad de que ésta, la de verdad, la del siglo XX, por fortuna, no llegaría nunca a convertirse en conflicto declarado. Dos grandes alianzas integran a la gran mayoría de las polis; dos grandes potencias las dirigen; dos ideas del mundo y del hombre las enfrentan.
Bastaba una chispa para que el conflicto larvado, y cada vez más caliente, se convirtiera en guerra abierta, y eso fue lo que sucedió cuando Atenas decidió ayudar a Corcira en el conflicto que mantenía con Corinto, aliada de Esparta.
Había empezado la Guerra del Peloponeso, una verdadera guerra civil griega que se prolongó durante casi treinta años, entre el 431 y el 404 a.C., y terminó con la derrota ateniense y la conversión de la otrora orgullosa ciudad en potencia de segundo orden.