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El exceso de nitrógeno producido por las actividades humanas contamina las aguas continentales y las zonas costeras, además de contribuir al cambio climático. Según los científicos del estudio que se publica esta semana en Science, los daños ecológicos podrían reducirse con prácticas sostenibles tradicionales.
Desde tiempos prebióticos, el ciclo del nitrógeno ha pasado por varias fases. El ciclo fue controlado por los procesos volcánicos, y luego, al comenzar la actividad biológica, por los organismos anaeróbicos. Hace unos 2.500 millones de años, con la aparición del oxígeno molecular en la Tierra, un conjunto de procesos microbianos vinculados evolucionó para formar el ciclo del nitrógeno moderno.
A comienzos del siglo XX, las contribuciones humanas al ciclo del nitrógeno comenzaron a dispararse. “Probablemente ningún fenómeno haya afectado más al ciclo del nitrógeno que los aportes humanos de nitrógeno en los últimos 2.500 millones de años”, señala Paul Falkowski, coautor del estudio e investigador en la Universidad de Rutgers (EE UU).
La investigación, que cuenta con la participación científicos estadounidenses y daneses, recoge que en la actualidad las actividades humanas contribuyen al doble de la fijación de nitrógeno terrestre de fuentes naturales, y “proporcionan cerca del 45% del total de nitrógeno biológico útil que se produce anualmente en la Tierra”, informa Falkowski.
A esto se añade las contribuciones humanas de nitrógeno a los ecosistemas que provienen del aumento del 800% en el uso “ineficiente” de fertilizantes de nitrógeno de 1960 a 2000. Cerca del 60% del nitrógeno contenido en el fertilizante aplicado nunca se incorpora a las plantas, es libre de filtrarse por las zonas radiculares y de contaminar los ríos, lagos, acuíferos y zonas costeras a través de la eutrofización.