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María representada, de cuerpo entero, casi como una adolescente se encuentra en posición sentada sobre un banco de piedra con el Niño en sus brazos en pie y apoyado sobre la rodilla izquierda de su madre, un rosario es sostenido por las manos derechas de ambos. La colocación de los personajes en esta forma, propicia el encuentro de las dos caras, madre e hijo, a la misma altura rozándose suavemente sus mejillas, esta imagen da muestra de una gran dulzura y ternura entre ambos. A diferencia de otras iconografías del mismo tipo pintadas por Velázquez o Alonso Cano, donde los personajes tienen los ojos bajos o las miradas se cruzan entre ambos, Murillo presenta tanto a la madre como al hijo con la mirada al frente dirigida al espectador. El niño se encuentra desnudo, cubierto levemente con un paño blanco que sujeta su madre.