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Dalton (1803) - Thomson (1904) - Rutherford (1911) - Bohr (1913) - Schrodinger (1926)
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La filosofía positivista ha tenido importantes implicaciones para la elaboración del curriculum de la enseñanza de las ciencias en el mundo y, especialmente para la enseñanza de la Química (Gallagher, 1991; McComas et al, 1998). Sin embargo, a mediados del siglo XX la influencia del positivismo en la enseñanza comenzó a ser cuestionada ante la emergencia de nuevas ideas en el campo de la Filosofía de la Ciencia. Filósofos como Hanson (1958), Kuhn (1970), Lakatos (1970), Popper (1959) y Toulmin (1961) hicieron fuertes críticas al enfoque positivista de la naturaleza de la ciencia, generando una nueva visión de la Historia de la Ciencia y, por tanto, de su naturaleza. Una de las grandes fallas del positivismo es el supuesto de que el conocimiento existe sin la interacción de un sujeto cognoscente. En otras palabras, el conocimiento existe más allá del científico, quien a través de sus investigaciones objetivas descubre las leyes, teorías y principios de la realidad. (Niaz, 1994).
Para la nueva filosofía de la ciencia lo que el científico observa e investiga es una construcción de la realidad de acuerdo con su formación, marco teórico y valores sociales (Glasersfeld, 1989; Piaget y García, 1989). Es decir, en la construcción del conocimiento científico, las observaciones dependen, en parte, de lo que ha sido la formación, experiencias y expectativas del observador, por lo tanto, las mismas no pueden ser tan objetivas, debido a que están impregnadas por el marco teórico del investigador. Se puede decir que esto representa una perspectiva totalmente distinta del origen del conocimiento científico, con importantes implicaciones para la enseñanza, en la medida que aporta soluciones para la crisis contemporánea de la enseñanza, reflejada en la alarmante cifra de analfabetismo científico (Matthews, 1994). Otro aspecto novedoso que plantea la Nueva Filosofía de la Ciencia, es la Metodología de los Programas de Investigación Científica (Lakatos, 1970, 1989), la cual concibe el crecimiento de la ciencia en términos de cambios progresivos y regresivos de problemática para una serie de teorías científicas. Para Lakatos, un programa de investigación consiste, esencialmente, en un núcleo firme, constituido por los postulados fundamentales de la teoría. El núcleo firme es convencionalmente aceptado como irrefutable por decisión provisoria de los seguidores de la teoría. Un programa de investigación también contiene un cinturón protector formado por un conjunto de hipótesis y teorías auxiliares, compatibles con el centro firme, y dos heurísticas, o conjunto de reglas metodológicas, cuya función es indicar qué rutas de investigación deben ser seguidas (heurísticas positivas) o evitadas (heurísticas negativas).
Recientes estudios han analizado la forma cómo los textos de Química General, de cursos básicos universitarios, reflejan la naturaleza de la ciencia y los procesos o eventos históricos que conducen a la elaboración del conocimiento científico. (Chiappetta et al, 1993; Milne, 1998; Niaz, 1998, 2000b, 2001). Las conclusiones de estos trabajos se resumen así: la mayoría de los textos presentan una interpretación positivista/inductivista de la evolución de la Química. Esta interpretación contradice los eventos históricos, tal como ocurrieron, es decir, la ciencia no se desarrolló en forma rectilínea (acumulación de conocimiento, comprobado por los datos experimentales), sino a través de la competencia entre muchos puntos de vista conflictivos que conducían a un aumento del poder heurístico/explicativo de las teorías
Explicación:
Recientes estudios han señalado que la interpretación que dan los textos universitarios de Química General de la evolución de la ciencia, contradice los eventos históricos.