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La Confirmación es el segundo de los sacramentos de la Iniciación Cristiana, y está estrechamente unido a la celebración del bautismo, ya que, como la palabra lo indica, confirma lo que recibimos y prometemos en el bautismo.
Celebrar el sacramento de la Confirmación es como un Pentecostés personal, en el cual recibimos la fuerza y la luz del Espíritu de Dios para ser profetas y testigos de la Muerte y Resurrección de Jesús.
El Espíritu Santo ha actuado siempre en la vida del cristiano, sólo que en el sacramento de la Confirmación el creyente pasa por un momento fuerte del Espíritu, que siempre ha estado trabajando en su vida, ahora hay un elemento más: el cristiano puede tener conciencia de que el Espíritu actúa en su vida, transformándole y acercándolo cada vez más a Cristo. La Confirmación nos infunde el Espíritu. Pero no sólo en este sacramento recibimos el Espíritu. También lo hemos recibido en el Bautismo y lo recibimos cada vez en la Eucaristía.
Bautismo, Eucaristía y Confirmación son los tres sacramentos que nos infunden, de manera especial, la fuerza del Espíritu. No es que esta venida del Espíritu se realice varias veces. Es, más bien, una venida permanente, como la lluvia que siempre cae y siempre moja. Pero esta venida tiene sus momentos fuertes en estos tres sacramentos, uno de los cuales es la Confirmación.