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Dicen que las mejores cosas de la vida son gratis, pero la verdad es que la mayor parte de lo que necesitamos (queremos) no lo es. La causa de que no lo sea es que no hay suficiente para todos los que necesitan, o quieren, esas cosas que no son lo mejor de la vida. La diferencia entre lo que hay disponible, de cualquier cosa que se le ocurra, y lo que la población quiere, es lo que llamamos escasez.
Cuando algún bien o servicio existe en menor cantidad de lo que la gente quisiera, hay que encontrar una forma de repartir. Como a algunos no les va a tocar, o a muchos les tocará menos de lo que quisieran, esa forma de repartir resulta muy importante para el ánimo de la población. Si la forma no les gusta, dirán que hay injusticia.
Existen cuatro formas de repartir esos bienes o servicios escasos. Corresponden a las cuatro maneras en que podemos relacionarnos con otras personas, según Fiske. La primera es la forma comunitaria, donde dejamos disponible todo lo que hay, y que cada quién tome lo que quiera. Es la manera en que distribuimos las cosas en la familia, por ejemplo. Sin embargo, para grupos grandes de personas esto no funciona bien, porque aparecen los gorrones o abusivos (free riders), que toman más de lo que realmente querían o necesitaban.
Otra forma de hacerlo es utilizando el poder. El que tiene poder decide cuánto le toca a cada uno. Gracias a que puede repartir, su poder será mayor, porque todos querrán quedar bien con el poderoso. Esto funciona mientras el poderoso logre mantenerse en su lugar, y por eso estas formas de repartir acaban frecuentemente en grandes pleitos por ese lugar de poder.
La tercera manera de repartir es que a todos les toque exactamente lo mismo. Con esto, algunos tendrán más de lo que quieren, y otros menos, pero al menos puede repartirse a todos. Esto se usa en asuntos donde la igualdad es particularmente importante. Por ejemplo, para votar: todos tenemos un mismo voto, que para unos puede ser demasiado (y no van a votar) y para otros muy poco. Es también la manera en que se reparten bienes muy valiosos, como los trasplantes.
Finalmente, existe el mecanismo de mercado. Cada uno compra dependiendo de cuánto quiere y cuánto tiene. Cuando muchas personas quieren mucho, el precio sube. Cuando casi nadie lo quiere, o quieren poco, el precio baja.
Son las cuatro maneras en que podemos distribuir bienes y servicios que no abundan: de forma comunitaria, autoritaria, igualitaria, o negociada. Ninguna es perfecta, y por eso nunca estamos contentos. La forma comunitaria suena muy atractiva, y por eso es tan frecuente su aparición en religiones, que creen que podemos ser una gran familia. Lo malo es que eso no es cierto, y en lugar de ello acabamos siempre en patriarcados autoritarios, es decir, en la segunda forma de distribución: los poderosos tienen mucho, y los demás muy poco, o nada. Le ha pasado a las iglesias y a los intentos de comunismo.
El mecanismo de mercado es el más eficiente, pero no para todos los bienes. Algunos, que consideramos que deben ser accesibles a todos, deben distribuirse de forma igualitaria. Pero entonces habrá quien tenga más de lo que quería, mientras otros tienen menos de lo que necesitaban. Definir bien los límites de una y otra forma es fundamental para que una sociedad funcione bien. Porque para repartir igual a todos, el costo hay que pagarlo entre todos, es decir, a través del gobierno. Y esos recursos también son escasos.