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LOS TRES HERMANO ZAPATEROS
Juan y su hermano menor José eran dueños de una zapatería llamada “La Suela de Oro”. Allí vendían todo tipo de calzado, desde botas para caballero y zapatos para damas hasta tenis para niños y zapatillas de estar por casa para todos. Ambos se llevaban bien y siempre a final de mes dividían las ganancias en partes iguales.
Pero un día, y sin venir a cuento, Juan acusó a José de haber cogido dinero de la caja sin avisarle. Éste le contestó que no era cierto y aprovechó la oportunidad para reclamarle al otro que no trabajaba lo suficiente. Los dos se sintieron muy ofendidos. Comenzaron a discutir sin importarles la presencia de los clientes. De los reproches pasaron a los gritos, y de allí a los insultos. Hubieran terminado golpeándose si su hermana Vera, quien por casualidad se encontraba de visita, no los hubiera frenado.
Este desacuerdo marcó el final de los buenos tiempos. José le dijo a su hermano que no quería seguir siendo su socio. Juan respondió que tampoco él lo deseaba; que podía encargarse solo del negocio. Así fue como José se fue y, con sus ahorros, abrió su propia tienda de calzado frente a la de Juan y le puso este nombre “La Verdadera Suela de Oro”.
Ambos competían para atraer a los compradores y se volvieron rivales. En el fondo ambos deseaban reconciliarse, pero eran tan orgullosos que ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso. A su hermana vera le dolía mucho que ambos se hubieran distanciado. Por ello ideó un plan. Una mañana le envió a Juan un mensaje que decía: Hermano: Te pido una disculpa. Fui muy injusto contigo. Te espero en casa de Vera hoy a las 3 de la tarde para pedirte perdón. Firmado José, Juan decidió que como su hermano estaba dispuesto a reconocer su error, lo perdonaría. Lo que él ignoraba era que Vera le había mandado a José un mensaje idéntico, sólo que con la firma de Juan.
Ambos hermanos se presentaron a la cita. Juan le dijo a José: “Querido hermano, recibí tu mensaje. ¡Claro que te perdono!”. Al oír esto, José se sorprendió mucho y exclamó: “Pero ¿qué dices? Tú eres el que quería disculparse conmigo. Lo dijiste en tu mensaje”. “¿De qué mensaje me hablas? Fuiste tú quien me escribió”, replicó el otro. “¡Discúlpate!”, exigió el mayor. “¡No, discúlpate tú!”, contestó el menor.
Antes de que estallara una nueva disputa, Vera los interrumpió. Confesó que ella era la verdadera autora de los mensajes. Lo había hecho para reunirlos y aclarar las cosas. Les pidió que reconocieran sus errores y dejaran atrás el rencor. Sin embargo, ninguno parecía dispuesto a cambiar su actitud. “He cerrado la puerta de la calle con llave”, anunció finalmente Vera. “No se irán hasta que arreglen sus diferencias. ¿Acaso no se dan cuenta? En el fondo, ambos quieren acabar con esta situación y volver a estar juntos. Si no fuera así, ninguno habría venido hoy a mi casa.” Javier y Jacinto reconocieron que su hermana tenía razón. Con lágrimas en los ojos se dieron un abrazo y prometieron no reñir más. Decidieron volver a trabajar juntos. Ahora tienen otra zapatería, la cual bautizaron con el nombre de “Los Hermanos”.
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