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Si entendemos por violencia "toda situación que amenaza o lesiona", de forma mediata o inmediata, la vida humana», la definición más sencilla de la guerra es la de una «violencia organizada». Frente al uso individual y aislado de la violencia, la guerra implica su uso metódico y organizado por parte de un grupo social (naciones, tribus, Estados, etc.).
Las relaciones sociales, sean entre personas o grupos, nunca han estado exentas de conflictos. Pero no debemos confundir guerra y conflicto. Un conflicto se produce cuando ante una tarea común no se armonizan los intereses y las necesidades de las personas. En sí mismos los conflictos no son negativos. Es su solución violenta lo que supone una ruptura del orden social. También pueden solucionarse mediante compromisos o mediante acuerdos. En estos casos, la sociedad «aprende» a solucionar sus problemas de una forma "racional", siempre que estas soluciones sean justas, es decir, cuenten con la aprobación de todas las partes.
La guerra ha cumplido casi siempre en la historia del género humano un papel social relevante. Hasta la aparición del comercio y de la economía basada en el intercambio y el mercado, la guerra constituyó el factor económico más importante para una nación porque le permitía apropiarse de tierras y esclavos. Así, la guerra ha sido, en cierto sentido, una solución a los problemas de subsistencia de los grupos y sociedades humanas.
Pero hoy en día los medios técnicos han convertido la guerra en un factor desastroso para la economía. Estamos, por así decirlo, ante una solución en la que «.todos pierden» (excepto, naturalmente, aquellos países que se dedican a la producción y venta de armamento). En la actualidad, sólo los países que optan en su interior o en sus relaciones con los demás por una solución pacífica a sus problemas, pueden llevar a cabo un desarrollo social y económico.