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Una de las tareas de la ética como ciencia, además de la tarea de reflexionar sobre los fundamentos de los distintos sistemas éticos, es la de fundamentar el fenómeno moral racionalmente y actuar consecuentemente para el buen y bien vivir. La ética se vive, no sólo se piensa. La ética se piensa para ser vivida.
Hechos y juicios morales
Todas las teorías éticas se esfuerzan en articular juicios morales para convencer y evidenciar racionalmente aquellos principios, bienes y valores que posteriormente harán las veces de fundamentos o premisas en el discurso moral. Cuando apuntalamos el discurso moral, estamos reforzando el fundamento de la ética.
Es un hecho que me gusta el raeggeton. También lo es que Betances fue un gran médico. Esto son ejemplos de hechos no-morales, de datos, de realidades constatables. Ninguno de estos datos constituye un hecho moral. Los hechos no-morales pueden describirse, tratan de ver qué pasa o pasó; sin embargo, los hechos morales son muy distintos, tratan de ver qué debe pasar y no pueden describirse al carecer constatibilidad. Que las tropas americanas invadieron a Puerto Rico es una realidad constatable. Aquí no hay hecho moral. El hecho moral ocurre cuando nos preguntamos: “¿Está bien dicha ocupación militar?” ¿Deberían haber invadido a Puerto Rico las tropas de EEUU? No todos están seguros de que esto esté mal.
La ética y la moral tratan de lo que debe pasar (deberes) y no de lo que es o lo que pasa. Lo ético surge del conflicto o choque entre lo que es y lo que debe ser.
Cuando afirmas que “invadir a otro país está mal”, que “robar es injusto”, estás emitiendo un juicio moral. Este tipo de juicio pertenece a la categoría de bondad o maldad: robar es bueno o malo. Pero cuando gritas “Fulano es pillo”, estás emitiendo un juicio de hecho, el cual pertenece a la categoría de veracidad o falsedad (como la afirmación 2+2 = 4): es o no es pillo. Puede ser cierto a todas luces que “Fulano sea pillo”, sobre todo cuando le cogen con las manos en la masa (necesariamente cierto); pero en cuanto a lo de “robar es malo” es otro cantar. El dicho popular de “el que roba a un ladrón tiene 100 años de perdón”, o este otro socializante “las cosas no son del dueño, sino del que las necesita” nos pone sobre aviso de que eso de “robar es malo” no es tan contundente como lo sería “la tierra es redonda”. Las aseveraciones y conclusiones morales pertenecen al grupo de argumentos probables (probablemente malo, probablemente bueno) y no al grupo de argumentos concluyentes y necesarios (“Fulano es pillo”, “la tierra es redonda”). Esta es la razón por la que se nos hace difícil, a veces imposible, ponernos de acuerdo acerca del “bien” y del “mal”. El juicio moral no es científico; no pertenece al plano real, sino al plano ideal, al de la esperanza, de lo que debe ser.
El razonamiento moral
El razonamiento ético y la inferencia pueden ser el origen de una modificación de conducta ética en los seres humanos. La conciencia puede advertir que el odio, la coca… hacen daño y concluir que es destructiva.
Existen dos tipos de conocimiento: el conocimiento cierto, aquel cuya verdad podemos tener una certeza absoluta, como el de las llamadas ciencias puras (Aritmética, Física…), y el conocimiento incierto: aquel de cuya verdad no podemos tener la absoluta certeza, como las ciencias prácticas (ciencias sociales, naturales, derecho, ética…). La construcción del conocimiento incierto, como el de la Ética, debe basarse en el sentido común, la lógica. Si el cielo está completamente nublado y además truena, el sentido común te dice que probablemente llueva. Se entiende por sentido común la facultad del entendimiento que nos permite reconocer las evidencias, lo que no admite mucha discusión por ser reconocido como probablemente cierto por las mentes humanas perfectamente sanas. El discurso se vale de conceptos, juicios y argumentaciones. Cuando hablas, pronuncias palabras, articulas frases (oraciones, juicios) y presentas argumentaciones. Analiza detenidamente el discurso que montaste el otro día para convencer a tus padres (para justificar y, por consiguiente, bonificar la conducta deseada) sobre la conveniencia de de usar drogas, ponerte minifaldas, si eres mujer, o pantallas, si eres varón.
El sentido común
Una de las características del sentido común es su convencionalidad, este tipo de conocimiento se basa en la tradición o consenso de la mayoría; es decir, la vigencia de este tipo de conocimientos se debe al acuerdo común de quienes lo comparten y utilizan.
“El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo…La facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes.
denada
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