Son las rutas que formaron los españoles para el saqueo de los recursos mineros entre Europa y América
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Los españoles obtuvieron en sus territorios americanos una fabulosa cantidad de oro y plata, que sustentó la hegemonía de la dinastía Habsburgo en Europa y contribuyó al nacimiento de una economía global
Primer desembarco de Cristóbal Colón en América, óleo de 1862 de Dióscoro Teófilo Puebla (1831-1901), en el Ayuntamiento de La Coruña
En los días posteriores a su llegada a Tenochtitlán , Cortés se dedicó a pasear por las calles para elaborar su estrategia de conquista. Con su objetivo presente, supo aprovechar la excusa de un confuso complot indígena para apresar al emperador y convertirlo en su rehén.
Carlos V, ha pasado a la historia como signo de fortuna providencial. El arrebato del soberano francés aludía al reparto del orbe –bendecido por el papa Alejandro VI– entre españoles y portugueses, con exclusión de las demás naciones. Fueron los portugueses, cuyo monarca se titulaba, con buenos motivos, «señor del comercio y la navegación», quienes llegaron primero a las Molucas y las riquísimas islas asiáticas de la especiería, emporio de pimienta, clavo y canela. Pero la búsqueda de la ruta directa de Europa hacia las riquezas de Asia por el oriente, objetivo de los navegantes portugueses, se vio transformada con la «aparición» de América en 1492, cuando Cristóbal Colón, navegante al servicio de los Reyes Católicos, intentó alcanzar Asia navegando hacia occidente, en sentido contrario a los portugueses.
En la incipiente economía global, que entonces comenzaba a tomar forma, era preciso encontrar productos que por su altísima rentabilidad justificaran el comercio a larga distancia. Había pocos: especias, esclavos y metales preciosos. Por eso Colón, un magnífico propagandista, mezcló en sus cartas a los Reyes Católicos constataciones de la riqueza hallada –«muchos nativos traían piezas de oro al cuello, y algunos perlas atadas a sus brazos»–, con interesadas y disuasorias alusiones a la desnudez y barbarie de los nativos que le salían al encuentro. En una misiva de 1498 señaló: «Lejos de allí había hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que comían los hombres y que en tomando uno lo degollaban y le bebían la sangre y le cortaban su natura». Qué imaginación.
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