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En los últimos años los historiadores han multiplicado los términos, o los conceptos que nos sirven para explicar el proceso histórico de la Europa de los siglos XVI al XVIII.
Contrarreforma y acusaron a los católicos de contra-reformistas para subrayar esa reacción católica conservadora a la presunta modernidad de la Reforma Protestante. Reforma católica.
Contrarreforma, pero hubo también una Reforma Católica. En primer lugar, la dilata en el tiempo y dirá que la Reforma católica no empieza con Trento, sino que empieza antes, ya a finales del siglo XV, y que se prolonga en el tiempo y llega llega hasta el siglo XVIII y comienzos del XIX. Son los elementos positivos que nacen de las ansias de Reforma de la cristiandad occidental, que se producen y cuajan con toda la normativa de Trento y que se desarrollan en los siglos siguientes. Reforma de Lutero.
Reforma protestante para luchar contra los herejes, y finalizaría en la segunda mitad del siglo XVII, por tanto, sería mucho más corta en el tiempo. Un episodio negativo, una iniciativa, una motivación y una plasmación negativa por la persecución que desarrolla pero, al mismo tiempo, más corta en el tiempo y de un infinito menor valor respecto a todos los valores positivos de la Reforma católica.
Católicos, como veremos luego. O’Malley ha hablado del ‘catolicismo de la Edad Moderna’, un concepto muy genérico, muy inclusivo, que permite introducir todos esos elementos que hemos visto hasta ahora. Ahora bien, como estamos revisando ese binomio en las relaciones entre Reforma protestante y Contrarreforma, me van a permitir que introduzca un elemento conceptual más y es que, desde los años 70 y 80 del siglo XX, se han aceptado otros conceptos para explicar ‘la historia religiosa, global, de Europa de este periodo de la Edad Moderna’. Son los conceptos de confesionalización y disciplinamiento social, que nacen del análisis de la historia política.
Para los defensores de este paradigma confesionalizador en los inicios de la época moderna, finales del XV y comienzo sdel XVI, los jóvenes Estados Modernos se apoyaron en las Iglesias –católicas y después protestantes- para fundamentar su poder. Se aliaron con ese poder religioso y establecieron toda una estrategia para afirmar el dogma, para reorganizar la práctica religiosa, para difundir nuevas formas de actitud y de comportamientos sociales, para desarrollar la publicística y la propaganda, para adoctrinar, instruir, en la aceptación y en la obediencia del orden establecido, en la adopción de nuevos ritos de grupo, incluso también en la uniformización de la lengua. Moderna. La particularidad de esta propuesta es que son unos conceptos globales que permiten un análisis comparativo pero similar en estructuras de la Europa protestante y la Europa católica.
La última crítica importante que recibe este paradigma es que, como nace de la historia política y se centra prioritariamente en esa imposición desde los Estados, se olvida o deja en un papel muy secundario a la propia Iglesia.
Niveles de donde procedían esas ansias y esas propuestas