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La noción de cultura de masas ha sido vinculada con aquellas expresiones y objetos producidos a partir de procedimientos industriales o reproducidos en serie de manera técnica, difundidos en medios de comunicación masiva para un amplio público de consumidores.
Vinculada en Chile con un escenario heterogéneo, los primeros antecedentes de una cultura de masas surgieron hacia inicios del siglo XX, entre las fiestas del Centenario y la crisis económica de 1929, a través de la irrupción de "medios nuevos tales como las revistas magazinescas y especializadas, la fotografía impresa y el cine mudo" (Ossandón, Carlos y Santa Cruz A., Eduardo. El estallido de las formas. Chile en los albores de la "cultura de masas". Santiago: LOM, 2005, p. 9).
En este contexto de celebración y fomento de la producción nacional, paralelamente, se consolidó un nuevo escenario comercial, específicamente urbano, con la aparición de grandes centros comerciales "que combinaron la especialización y diversificación en la venta de productos bajo el alero de un gran establecimiento" (Instituto Nacional de Propiedad Industrial. Historia gráfica de la propiedad industrial. Santiago, Chile: INAPI, 2010, p. 59).
Esta nueva forma de comercio, que hizo énfasis en el consumo de productos de uso cotidiano como el té, la cerveza o el vestuario, estuvo estrechamente ligada con la promoción y la publicidad propiciadas por la fuerte competencia entre productores (Instituto Nacional de Propiedad Industrial, p. 57). La publicidad, en este sentido, considerada en sus inicios solo como una técnica de modernización de los métodos de venta, se fue transformando de manera paulatina en el principal agente productor de imágenes comerciales en el ámbito de las comunicaciones y en un dispositivo central de la esfera pública.
La emergencia, durante el siglo XX, de un mercado de consumo masivo, la creación de una industria del marketing y el desarrollo técnico de las tecnologías de reproducción permitieron una transformación cultural que encontró una expresión patente en la publicidad y el diseño de imágenes de productos, logotipos y catálogos que estimularon, según la apreciación de Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz, "unas sensibilidades que ya no tienen como fuente la cultura ilustrada-letrada. Esta nueva configuración da específicamente cuenta de unos formatos que tienden parcialmente a reemplazar el juicio por la inclinación, el raciocinio por la vista, el autor por el orden de los signos, lo irrepetible por lo repetible, el aura por la serie" (Ossandón, Carlos y Santa Cruz A., Eduardo, p. 11).
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