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Respuesta:
Publicada en español la obra completa de Zitkala-Ša, una mujer que dedicó la vida a dar voz a su cultura sioux en cuentos, memorias, leyendas, versos y hasta una ópera
Explicación:
Pájaro rojo habla es un libro porque el pájaro rojo habló, escribió, era mujer y se llamaba Zitkala-Ša («pájaro rojo» en lakota). Sioux de infancia, cuáquera de internado, maestra arrepentida, indígena en lucha, popular, olvidada, fundadora del Consejo Nacional de Indios Americanos, violinista, compositora de una ópera a la Danza del Sol. ¿Se puede ser tantas cosas sin sentir desarraigo? No. ¿Se puede asumir esta identidad contradictoria? Zitkala-Ša lo intentó y empleó el inglés que pretendía alienarla para transmitir la dignidad de su tribu. «Cierra tus tristes ojos. Recupera tu espíritu. Observa los fantásticos símbolos que abundan», les dice a los suyos y al enemigo. Con sencillez y praderas. Con esa forma de contar ante el fuego.
Zitkala-Ša escribe en la frontera entre dos mundos: el del piel roja que le dio vida, espíritu y colinas, y el del rostro pálido que la civilizó y le robó el resto: colinas, espíritu y su forma de vida. «No era una india salvaje ni una domesticada. Ni siquiera la naturaleza parecía tener ya un lugar para mí», recuerda en Pájaro rojo habla (Ménades Editorial), y cuando Zitkala-Ša habla de ella, habla de los nativos de Norteamérica. Ella es los indios que cortaban cabelleras en las películas del Oeste. Sí. Pero tras acabar la batalla y volver a casa. A hablar con/como el viento y con/como el halcón. «Espíritu todopoderoso, concédeme el corazón de mi padre guerrero, fuerte como para matar a un enemigo y valiente como para salvar a un amigo», dice una de sus protagonistas.
Zitkala-Ša, de madre sioux y padre blanco desconocido, nació como Gertrude Simmons en una reserva india de Dakota del Sur en 1876, año de la batalla de Little Big Horn en que las tribus de Caballo Loco vencieron al ejército estadounidense, y de nada les sirvió. Se había descubierto oro y los colonos empezaron a usar algo más abrasivo que las armas: la educación.