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La vida como un todo
¿Somos capaces de ver la vida como un todo? El ser humano ha vivido en conflicto por cientos de años, si no es que más. Con sus demandas y satisfacciones, la modernidad ha traído consigo opresión y recelo en el otro fragmentando la experiencia de vivir. Pero ¿es acaso posible ver la vida como un todo? En la educación, en nuestro trabajo, en las relaciones, en el amor, la posibilidad de vivir una buena vida.
Durante siglos, el ser humano ha buscado en la religión respuesta a aquello que existe más allá de nuestros sentidos y de su mera excitación. Para nuestra mala suerte, sólo hemos encontrado lo rutinario, que puede convertirse en el pertenecer de alguna institución, así como la ilusión y el fanatismo que se genera. Toda ilusión se debe, en parte, a que no somos capaces de escuchar ni de observarnos a nosotros mismos. Estamos tan entronizados en nuestro pensamiento que olvidamos la importancia del silencio y la escucha de lo actual.
Con la modernidad, vienen las revoluciones tecnológicas, científicas, religiosas, de nación; todo ello comprende una realidad compuesta por la capacidad del pensamiento, todas las ilusiones, rituales, sueños y guerras, son creaciones del pensamiento y, por tanto, conforman una realidad. Pero ¿qué hay del ave, del árbol, del viento, los cielos y sus constelaciones? La naturaleza no se crea a partir del pensamiento; de manera que, podemos situarnos en un lugar más allá de lo conocido, más allá del tiempo.
En el mundo podemos ver la evolución física de los cuerpos; un árbol para ser árbol primero tuvo que ser semilla y para eso se necesitó de otro árbol que produjera la semilla. Del mismo modo funcionan todos los cuerpos, de manera que la evolución es una necesidad física que requiere del tiempo para su función. Pero ¿por qué trasladar ese movimiento al ámbito psicológico? El creer en un mañana nos da la impresión de seguridad, y ello nos lleva al hábito, a la comodidad y finalmente a la decadencia, de forma tal, que nuestro proceso regenerativo se vuelve cada vez más insuficiente para la satisfacción de nuestros caprichos y demandas, nos debemos a proteger aquello que, con tanto esfuerzo, tiempo y pensamiento, hemos dedicado a la construcción de nuestro "progreso".
El ver la vida como un todo es un llamado a terminar con toda esperanza. El Amor no es cuestión de futuro sino de revolucionar nuestro presente. El amor es actualidad, acción; se debate en si somos verdaderamente conscientes de observar cuanto sucede, de si somos capaces de traer con nosotros un verdadero cambio. La modernidad es un rechazo inminente a cualquier intento por desprestigiar la capacidad cognitiva y, debido a ello, hoy somos un país en constante carrera, cual caballo sin poder observar a los lados y detenernos para ver dónde estamos parados y a dónde queremos ir. Nuestra demanda sexual es tan incontrolable que se nos ha impuesto como una mercancía, una competencia, y la mayor parte de nuestros problemas se debe a la falta de comprensión en dichos temas.
En México podemos observar claramente cómo junto al progreso vino la castración. Las relaciones interculturales parecen estar vedadas y puestas a un lado para mantener una relación de comodidad, placer, sexualidad y dominación. Demanda, soledad y dependencia son los síntomas de cualquier persona, estado o nación que se ha involucrado en el consumismo del amor. La evolución progresiva hacia un futuro esperanzador es lo que nos han vendido por sexenios, pero no hemos observado la actualidad de los hechos, no hemos observado nuestras semejanzas con el otro, con el silenciado, el oprimido, de manera que seamos capaces de un entendimiento mutuo y verdadero amor.