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Todavía no hemos prestado suficiente atención a los actitudes que los liberales del siglo
XIX hispanoamericano asumieron frente a la religión. En su mayor parte, los
historiadores que han estudiado las tradiciones liberales decimonónicas se han inclinado
hacia tópicos de historia política y económica, tal vez reservando a la religión un
tratamiento tangencial. Creo que ello se explica, en buena medida, por el hecho de que
la grilla que organiza las áreas de estudio de nuestra disciplina -la historia económica, la
historia política, la historia de la ciencia, la historia religiosa, etc.- refleja la
diferenciación de esferas que puso en marcha el proceso de secularización. Pero estudiar
el siglo XIX implica visitar sociedades en las que ese proceso no había terminado de
romper el manto inconsútil de la cristiandad, modo de articulación entre la religión y las
demás manifestaciones del quehacer humano que, si bien distinguía entre las realidades
temporales y las espirituales, no las concebía como esferas separables. Sin lugar a
dudas, una mayor integración de nuestras diferentes perspectivas –políticas,
económicas, religiosas- contribuiría enormemente a acrecentar nuestra comprensión del
siglo XIX.
Para el liberalismo del siglo XIX la cuestión religiosa abrazaba problemas mucho más
vastos y profundos que las clásicas tensiones y conflictos entre la Iglesia Católica y el
Estado o los obstáculos que la propiedad eclesiástica podía presentar a la formación del
mercado. Para muchos liberales la religión constituía un tema crucial, mucho más allá
de sus implicancias políticas y económicas; para algunos, incluso, fue el meollo de sus
reflexiones. Es el caso de aquéllos que, como el chileno Francisco Bilbao, estaban
convencidos de que la suerte de la independencia de la Hispanoamérica republicana
dependía fundamentalmente del rechazo de un catolicismo al que consideraban el alma
de la opresión monárquica. No se trataba de un problema político, sino de uno, digamos,
soteriológico: Bilbao, que juzgaba nefasta la idea -tan característicamente liberal- de
separación de las esferas de la religión y de la política, creía imperioso sustituir al
catolicismo por una religión nueva.
1 Creo que una de las claves de la relación entre
liberalismo y religión es que ambos se propusieron, de alguna manera, la salvación de
las almas.
Corresponde que antes de proseguir aclare qué entiendo por liberalismo. De cara a la
cuestión religiosa pueden ser clasificados como liberales, en los términos más
restrictivos y objetivos, quienes postulaban la absoluta neutralidad religiosa del Estado
y una también absoluta libertad de las religiones. Lo que Bourdieu denominaría la
“completa desregulación del campo religioso”. Pero es posible una caracterización más
amplia y subjetiva, la de aquéllos que, más allá de la solución que propusieran al
problema de qué lugar reservar para la religión en el orden republicano, se definían a sí
mismos como liberales.