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El hombre del cerebro de oro
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Había un hombre que tenía el cerebro de oro. Al nacer, los médicos creyeron que moriría, pues su cabeza pesaba demasiado y su cráneo era desmesurado. Vivió, sin embargo, y se desarrolló al aire libre como un hermoso olivo; solo que su gruesa cabeza tiraba de él, y daba pena verlo chocarse con los muebles cuando andaba por la casa. Se caía muchas veces. Un día rodó desde lo alto de unas gradas, y fue a dar con la frente en un escalón de mármol, sonando su cabeza como un lingote. Se lo creyó muerto; pero al levantarlo, no se le encontró más que una ligera herida, con dos o tres gotas de metal cuajadas entre sus rubios cabellos. Así es como supieron los padres que el niño tenía los sesos de oro.
Se lo tuvo como un secreto; y el pobre niño no sospechó. De vez en cuando preguntaba por qué no lo dejaban correr con los chicos de la calle.
-¡Porque te robarían, amor mío! -le respondió su madre.
Entonces el chico sentía miedo de que lo robasen; y jugaba solo, sin decir una palabra, arrastrándose pesadamente de una habitación a otra.
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Había un hombre que tenía el cerebro de oro. Al nacer, los médicos creyeron que moriría, pues su cabeza pesaba demasiado y su cráneo era desmesurado. Vivió, sin embargo, y se desarrolló al aire libre como un hermoso olivo; solo que su gruesa cabeza tiraba de él, y daba pena verlo chocarse con los muebles cuando andaba por la casa. Se caía muchas veces. Un día rodó desde lo alto de unas gradas, y fue a dar con la frente en un escalón de mármol, sonando su cabeza como un lingote
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espero haberte ayudado