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Buscar el quiebre se tradujo en seis movilizaciones en dos semanas. Algunas con mayor concurrencia -unas ocho mil personas- como el 6 de abril, otras con apenas pocos miles de personas, o menos.
1. Lo que mata de las balas es la velocidad. Como las dos que atravesaron el cuerpo de Bryan Principal el martes por la noche. Tenía catorce años, vivía en la Ciudad Socialista Simón Bolívar, en Barquisimeto, su madre lo había enviado a comprar empanadas. Quedó en el eje de los disparos que habían comenzado a las 8h30 de la noche, cuando desde un carro abrieron fuego contra un puesto de la Guardia Nacional Bolivariana. Quince horas después murió.
-Culpo a los opositores, culpo a la derecha que manifestaron y le quitaron la vida a mi hijo. Dijo la madre, Marbelys Jiménez. Pidió justicia.
La derecha acusó a los “colectivos”, esa palabra que pasó a condensar todos los miedos y enemigos del imaginario escuálido. La hipótesis es insostenible: se trataría de grupos chavistas que habrían aprovechado una acción de calle de la derecha en un urbanismo hecho por el Gobierno para asesinar a un chico. Un sin sentido que para muchos es verdad. No importa la lógica cuando todo es parte de una “maquinaria dictatorial”. Desde esa perspectiva cualquier acción es concebida como engranaje del plan totalitario. No creerán nunca que sus dirigentes hayan diseñado esa y otras muertes. Incluso que podrían programar la de su propia base social, es decir, ellos mismos que acusan de todo al gobierno. Pasó en el 2002 con los francotiradores. Cuando se necesita río revuelto se lo revuelve hasta lo más hondo.
Lo que mata de las balas es la velocidad. Y en el caso de la derecha su cobardía.
2. Esa derecha decidió acelerar el tiempo, empujarlo hasta quebrar la realidad. Si para eso son necesarios más Bryan los habrá. Si hace falta inventar muertes políticas también las inventará. Como la de Ricarda Lourdes González, que habría fallecido -según se quiso hacer creer- por la inhalación de los gases lacrimógenos lanzados por la policía. Su hija aclaró que no fue por eso, sino porque quiso trasladar a su madre al hospital por problemas de salud, y no pudo llegar debido a las barricadas. ¿La mató entonces la misma derecha?
Buscar el quiebre se tradujo en seis movilizaciones en dos semanas. Algunas con mayor concurrencia -unas ocho mil personas- como el 6 de abril, otras con apenas pocos miles de personas, o menos. El carácter de las mismas mutó: desde la pequeña concentración en Chacaíto el 1 de abril, pasando por las movilizaciones en la autopista, hasta los focos de violencia del jueves 13 de abril con más vacíos que gente. La derecha intenta combinar las formas de luchas: algunas centralizadas con mayor convocatoria, otras descentralizadas y simultáneas, de tipo mediáticas públicas o en las sombras y el rumor. Busca por dónde encontrar la grieta, el desgaste, el ataque que duela. Hoy son su peor imagen: células con lógica de vandalismo, destrucción de sus territorios, de licorerías y bodegas, quemas de instituciones -la Magistratura, el Instituto Nacional de Nutrición- uso de barricadas, guayas y armas.
Su objetivo anunciado es desembocar en instancias masivas, como la planteada para el próximo 19. Lograr esa masividad demandaría un manejo de fuerza propia, y de capacidad alta de interpretación de la sociedad venezolana, algo en lo cual no ha dado grandes aciertos en estos años. El primer elemento es el que parecen controlar: ahí están los grupos formados por ejemplo por Voluntad Popular, pagos, verticales, que responden a una orden. Lo segundo en cambio depende de la capacidad de hacer política, de convocar, dotar de objetivos a la movilización, atraer masividad. Para eso debería romper los límites de su propia base social y conectar con las demandas/quejas que tiene una gran parte de la sociedad. ¿Podrán hacerlo desde su lógica golpista y confrontativa? El 19 será una prueba.
Sino seguirán como decía Bertold Brecht: como burgueses asustados, que es lo más parecido a los fascistas.