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Las primeras vacunas humanas contra virus se basaron en virus débiles o atenuados que generaban la inmunidad; para la vacuna contra la viruela se usaba la viruela vacuna, un virus de viruela similar al de la viruela humana, que tenía la capacidad de brindar protección contra dicha enfermedad sin provocar consecuencias graves. La rabia fue el primer virus atenuado en un laboratorio para crear una vacuna de uso humano.
Las vacunas se producen por medio de diversos procesos; pueden contener virus vivos ya atenuados (debilitados o alterados de tal manera que no provoquen enfermedades); organismos o virus inactivos o muertos; toxinas inactivas (para enfermedades bacterianas donde las toxinas generadas por las bacterias, y no las bacterias mismas, provoquen la enfermedad), o simplemente segmentos del patógeno (esto incluye vacunas subunitarias y conjugadas).
Tipo de vacuna
Vacunas de este tipo recomendadas en el programa de inmunización infantil .
Cada tipo de vacuna requiere técnicas de desarrollo diferentes. Las secciones a continuación se enfocan a cada uno de los tipos de vacunas.
Vacunas vivas atenuadas
Las vacunas atenuadas se pueden producir de varias maneras. Algunos de los métodos más usuales involucran pasar el virus que provoca la enfermedad a través de una serie de cultivos celulares o embriones animales (por lo general, embriones de pollo). Al usar embriones de pollo como ejemplo, el virus crece en diferentes embriones en serie. Con cada pasada, el virus mejora su replicación en las células del pollo, pero pierde la capacidad de replicarse en células humanas. Un virus que se vaya a usar en una vacuna puede crecer (o “pasar”) hasta en 200 embriones o cultivos celulares diferentes. Con el tiempo, el virus atenuado irá perdiendo la capacidad de replicarse correctamente (o en lo absoluto) en células humanas, hasta que finalmente se pueda usar en una vacuna. Todos los métodos que involucran pasar un virus por un huésped no humano produce una versión del virus que todavía puede reconocer el sistema inmunológico humano, pero no puede replicarse correctamente en un huésped humano.
Cuando el virus de la vacuna resultante se aplica a un humano, no podrá replicarse lo suficiente como para provocar la enfermedad, pero todavía provocará una respuesta inmunológica que pueda proteger contra infecciones futuras.
Una inquietud que debe tomarse en cuenta es el potencial del virus proveniente de la vacuna para revertirse a una forma capaz de provocar la enfermedad. Las mutaciones que puedan surgir cuando se replica el virus de la vacuna en el cuerpo pueden tener como resultado una cepa más virulenta. Esto es muy poco probable, pues la capacidad que tiene el virus de la vacuna para replicarse es muy limitada; sin embargo, se toma en consideración cuando se desarrolla una vacuna atenuada. Vale la pena señalar que las mutaciones son un tanto usuales en la vacuna oral contra la polio (OPV), una vacuna viva que se ingiere en lugar de inyectarse. El virus de la vacuna puede mutar en una forma virulenta y dar como resultado casos raros de poliomielitis paralítica. Por esta razón, ya no se usa la OPV en Estados Unidos, y ha sido reemplazada por recomendación del programa de inmunización infantil de EE.UU. por la vacuna contra la polio inactiva (IPV).
Por lo general, la protección de una vacuna viva atenuada supera la que brinda una vacuna muerta o inactiva.
Vacunas muertas o inactivas
Una alternativa para las vacunas atenuadas es una vacuna muerta o inactiva. Las vacunas de este tipo se producen inactivando un patógeno, normalmente mediante calor o productos químicos, como formaldehído o formalina, que destruyen la capacidad del patógeno para replicarse, pero lo mantienen “intacto” para que el sistema inmune todavía lo pueda reconocer (por lo general se usa el término “inactiva” en vez de “muerta” para referirse a las vacunas virales de este tipo, pues por lo general no se considera que los virus estén vivos).