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Debo explicar esta reculada del ovejo. Había prometido no hablar más de Covid-19 porque siento que la mejor fórmula para contenerlo es un proceso de culturización masiva para educar a la gente en todo lo que tiene que ver con su salud, lo cual, como es lógico pensar, consiste en cambiarle el cerebro a las personas e implantarle –mediante la cultura– uno un poco más inteligente para que sobreviva en este mundo que ayudó a dañar y que está obligado a corregir.
Pero existe un principio ético en la medicina que se refiere a que todo aquel que sepa de algo que puede dañar o salvar a las personas debe hacerlo conocer de la comunidad local, regional o mundial, hace parte de lo que debemos saber.
Me movió una frase: “La inmunidad de rebaño no es una estrategia, es una tragedia”.
La prestigiosa revista médica británica The Lancet acaba de publicar el 15 de octubre un escrito firmado por 80 connotados investigadores, junto con la Organización Panamericana de la Salud, que establece un consenso en el que coinciden en que esa tal inmunidad es una falacia no sustentada por evidencia científica. Eso de exponer de manera incontrolada a la población con menos riesgo a una infección por el virus mientras se protege a los vulnerables, es supremamente peligrosa porque, en primer lugar, pone en riesgo las cifras de morbilidad y mortalidad en toda la población, lo cual puede ocasionar un mal mayor, como es la posibilidad del establecimiento de un proceso de infección crónica, es decir, una endemia o procesos epidémicos recurrentes. En segundo lugar, las repercusiones sobre la disponibilidad de atención en hospitales, clínicas y unidades de salud mental, serían desbordadas. Finalmente, su efecto sobre la economía es devastador porque hay una “sensación de enfermedad permanente”, que implica multiconsultas, incapacidades médicas por enfermedad y lo que eso representa para el trabajador y la empresa.
Aquí ya estamos en la fase uno del experimento de inmunidad de rebaño: una exposición sin control de muchas personas aparentemente sanas que asisten a fiestas sin tapabocas y cometen todos los errores posibles para facilitar la transmisión viral; trabajadores en la calle que anuncian su producto a todo pulmón; limpiadores de vidrios panorámicos que piden la liga al conductor que lleva el vidrio de su ventana abajo; y así en cada esquina.
El resultado del experimento en Barranquilla es el siguiente: el martes pasado hubo un repunte de casos con 246 detectados en el Atlántico, de los cuales, 171 en esta ciudad; lo que equivale a decir que, después de varias semanas con las cifras bajas, el repunte sobrepasa la cifra de 100 casos. Hubo, también, un muerto.
Señor alcalde, no permita que este 31 de octubre sea un verdadero aquelarre del contagio con C-19 en la ciudad, porque el desastre sería mayor. Ya sabe cómo somos y lo que va a pasar si no somos contenidos.
Explicación:
CORRESPONDENCIA : Alexis Toledo