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El coronavirus está provocando un silencioso terremoto en el mundo del arte. La magnitud dependerá del tiempo que dure la crisis. Pero es seguro que el seísmo dejará graves daños en lo material –ya empiezan a notarse– al tiempo que condicionará y espoleará la creación contemporánea. De momento, el cierre de todos los museos del país y parte de los del resto del mundo trastoca todo el programa de exposiciones de la temporada, pone en cuarentena y bloquea el traslado de cientos o miles de obras, anticipa un encarecimiento de futuras muestras y pone en riesgo una cantidad ingente de empleos.
Seguros más altos. En el Prado, los mayores temores se refieren al rastro económico y las dificultades que a la larga puede crear el Covid-19. “Es más que probable que los seguros para los traslados y préstamos de obras de arte se encarecerán mediante la creación de cláusulas por eventualidad de epidemia” como ya ocurrió en el pasado a raíz de atentados y otros sucesos, explica el portavoz de la gran pinacoteca madrileña, Carlos Chaguaceda. En lo inmediato, sin embargo, los responsables del museo que dirige Miguel Falomir respiran relativamente tranquilos: “Hemos tenido suerte”, dicen. Aluden a que su próxima exposición, prevista para el 31 de marzo bajo el título Invitadas y dedicada al “papel de la mujer en el artes español de siglo XIX y principios del XX”, se sustenta en más de un 90% en cuadros del propio museo. Y aunque haya que aplazarla, se realizará antes o después. En el Prado confían además en que su gran muestra del otoño, Pasiones mitológicas , que por primera vez reunirá las seis poesías de Tiziano, podrá inaugurarse el 20 de octubre.