+20 puntos Alguien me ayuda con la importancia o los aportes que Maria Shua hizo en la lteratura latinoamericane PORFAAA ES URGENTE
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Explicación:
A menudo se habla de la cotidianeidad presente en cada uno de los cuentos de la formidable Ana María Shúa (Buenos Aires, 1951). Es cierto. Sus historias habitan el esplín de los días con una cadencia morosa, identificable, reconocible, tanto así que a veces uno piensa en que es fácil narrar si vamos a hablar de pulóveres tejidos por nuestras madres, si vamos a contar la historia del tío que ponía sobrenombres absurdos y pronunciaba la palabra caca a la menor provocación.
¿Quién no tuvo un vecino fotógrafo que retrataba las postales de familia con una vocación arqueológica?
¿Quién no fue a pescar con su padre o un primo tratando de descubrir y memorizar los rudimentos de una práctica en la que siempre había uno que era el experto, el que había cazado un pez que no podía abarcar con sus brazos abiertos?
Sin embargo, en la cotidianeidad de esas historias está lo complejo de una trama que rasga la cuarta pared de la existencia “normal”, para llevarnos a un universo que sólo puede ser nombrado con tres palabras: Ana María Shúa.
Se trata de Contra el tiempo, editado por la española Páginas de Espuma (enorme esfuerzo de amor al género por parte de Juan Casamayor) y coordinado por la también cuentista argentina Samanta Schweblin.
Hay tres cosas a las que me gustaría referirme, siempre desde mi lugar de lectora asombrada por la calidad de un libro que se ha constituido, como suele decir mi amiga Laura García, en esos que “no prestamos”.
La primera es la grandilocuencia. Mejor dicho: la ausencia de ella. Transcurren las historias de Contra el tiempo en un contexto donde el paradigma es lo mínimo, ¿lo pequeño?, lo de todos los días. Como si con un escalpelo la autora rasgara el nylon de la realidad y la indagara siempre con ojos inocentes.
La segunda, sin duda, es la constitución de una moral. Que no una moraleja. Ofendería la inteligencia y el enorme talento de la cuentista si apuntara a sus cuentos como dadores de “un mensaje”.
Sin embargo, tengo para mí que en cada una de sus historias hay una voluntad de ensalzar la justicia de las mujeres y hombres buenos. Es la bondad, cierta condición angélica de sus criaturas, la que redime incluso aquellos cuentos que podrían entrar en la categoría de cuentos de horror.
Es bueno el hombre que cree haber construido el triunfo y la derrota de un célebre boxeador; buena la madre que trata de ser una buena madre frente a hijos que la lastiman de forma literal. Bueno el fotógrafo que ante el cuerpo derrotado de una mujer que se cree hermosa, se pone en manos de la aspirante a bomba sexual cuando su niña recibe el golpe de un librero que se cae. Bueno el sobrino que recuerda los juegos de su tío moribundo. La bondad, que es la piedad de la autora para involucrarse sin miedo con sus personajes y acompañarlos en todas sus aventuras, incluso las trágicas, las irremediables.
Finalmente, la gran tarea de Ana es ser y demostrar que es una gran cuentista, enmarcada en una tradición que en su país de origen, desde Horacio Quiroga a Jorge Luis Borges, ha dado enormes joyas del género.
Hay quienes pueden escribir la Biblia, una novela total, un ensayo definitivo, pero serían incapaces de escribir un buen cuento.
La técnica, la artesanía compleja, exhaustiva, de las historias de Shúa, demuestran que estamos frente a alguien que engrandece el oficio con cada línea que escribe. Y en gran medida por eso y por muchas cosas más es que Contra el tiempo es un libro que comenzará a formar parte de los estantes de mi biblioteca, en la categoría de “No son para prestar”.