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La comunicación es siempre un tema delicado en la relación con nuestros hijos, sin importar la edad que estos tengan. Sin embargo, es innegable que en la adolescencia y juventud, el desafío es mayor. Los chicos no cuentan lo que les pasa, viven lo que viven, sea grato o desagradable, encerrados en una burbuja, buscan espacios de soledad con respecto a los adultos y están mucho más abiertos a su grupo de amigos que a sus padres. Es parte de un proceso evolutivo normal. El joven necesita ser menos dependiente de sus padres para construirse como adulto autónomo. Sin embargo, es una edad que puede traer grandes angustias y también grandes riesgos. Como padres, nos daría mucha paz que nuestros hijos buscaran consuelo y consejo en nuestras canas y que además, nos escucharan.
Estaba trabajando el tema de este artículo el otro día, buscando claves que transmitir para mejorar la confianza de nuestros hijos hacia nosotros, cuando el mío vio la cara de velorio que yo llevaba, me preguntó si estaba todo bien y le contesté que sí. Mentí. No me creyó, pero entendió que la causa de la pesadumbre era inconfesable. No sólo callan los hijos, pensé, callamos también los padres, para no herirlos, no preocuparlos, para cuidar nuestra intimidad, para no exceder sus capacidades de comprensión, para no crear mal ambiente, para no ser juzgados por ellos, para no perder su amor, por miedo a dar con la confidencia, un mal ejemplo. Le pregunté a mi hija luego, por qué callaban los jóvenes. Estuvo de acuerdo en que el miedo al enojo y al castigo jugaban algún papel, sin embargo, mencionó otras cosas de mayor peso, el miedo a decepcionar, el sentir que no serán entendidos, la indiscreción de los padres, y la que ella consideraba de más peso, la vergüenza.
Si pudiéramos, usando el sentido común y el humor, compartir con nuestros hijos detalles de nuestra infancia y juventud, no sólo en nuestros aciertos, sino también en nuestros errores, frustraciones, decepciones e historias de amor, quién sabe, nos verían más humanos, menos perfectos, más como ellos, y se animarían a compartir sus tribulaciones y experiencias con más confianza.
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