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La luz visible, la única detectable por nuestros ojos y por los telescopios ópticos en tierra, permite observar las estrellas que forman parte de la Galaxia de Andrómeda, pero constituye tan sólo una pequeña fracción del espectro de radiación electromagnética que nos llega desde la galaxia. El resto de frecuencias son invisibles para el ojo humano, pero no para los telescopios de la ESA.
Empezando por las bandas de mayor longitud de onda, el satélite Planck es capaz de capturar la radiación en microondas emitida por la Galaxia de Andrómeda, lo que permite detectar partículas de polvo a temperaturas extremadamente bajas, de tan sólo unas decenas de grados sobre el cero absoluto. Cuando las partículas están a mayor temperatura, se pueden detectar en la banda del infrarrojo gracias al telescopio espacial Herschel. Este satélite desvela cúmulos de polvo en los brazos espirales de la galaxia en los que se están formando nuevas estrellas.
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