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La cerámica constituye una manifestación esencial para entender las culturas que se desarrollaron en el territorio turolense. La primera planta del Museo permite recorrer los distintos periodos en los que este material fue empleado para la fabricación de objetos de uso cotidiano, mostrando la evolución de su propia tecnología, los cambios en la alimentación y en los sistemas de almacenamiento de productos, los rituales sociales, la mitología, la estética y las relaciones e influencias con otras sociedades.
Aunque los primeros ejemplos se asocian a las innovaciones neolíticas (cerámicas cardiales e incisas), su incorporación masiva en el ajuar doméstico se produce durante las Edades del Bronce y del Hierro. La introducción del torno, el horno alto y la depuración de las arcillas durante la época ibérica, permitieron realizar manufacturas de alta calidad, que acogen un repertorio iconográfico interesante y una enorme variedad de piezas. La producción se industrializa en época romana, distribuida por todo el imperio, donde es especialmente significativa la terra sigillata, contando en nuestro territorio con el importante taller de Bronchales.
Durante el periodo andalusí, la cerámica cambia radicalmente, tanto en formas como en decoración, incorporando de forma generalizada el esmaltado de las piezas. Durante la Baja Edad Media crecen de manera notable los alfares turolenses, con su característica cerámica esmaltada en verde y morado y un conjunto de tipologías y ornamentos que ilustran bien desde las costumbres en la mesa hasta la representación de la estructura social.
Las producciones modernas y contemporáneas muestran las influencias orientales y francesas filtradas por talleres como los de Talavera o Reus. En el espacio que ocupó la máxima magistratura de la ciudad, el Juez de Teruel, se ha instalado una farmacia del siglo XIX, procedente de Alcalá de la Selva y completada con materiales de otras farmacias tradicionales turolenses.
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