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Honestidad (fortaleza) y deshonestidad (debilidad). Dado que la confianza es un bien social común a los diversos ámbitos del quehacer humano, las personas propensas a la mentira o la tergiversación suelen ser consideradas negativamente en condiciones ordinarias, ya que ponen en jaque la confianza que puede ser depositada en ellos.
Paciencia (fortaleza) y premura (debilidad). En muchos ámbitos humanos se hará necesaria la espera, la minuciosidad o el empecinamiento, y aquellos que renuncien con facilidad serán tenidos como menos. Esta es una de las enseñanzas más frecuentes de la meditación zen.
Compromiso (fortaleza) y egoísmo (debilidad). Estos rasgos son indispensables a la hora del trabajo en equipo o de constituir diversas formas de sociedad, desde un equipo de fútbol hasta una relación amorosa. El compromiso se traduce en la capacidad para anteponer el bien común al individual, mientras que el egoísmo implica todo lo contrario.
Valentía (fortaleza) y cobardía (debilidad). Se entiende por valentía no la ausencia de miedos (lo cual apunta más bien a la ingenuidad), sino la capacidad para enfrentarlos y aun así acometer lo deseado. La cobardía, en cambio, supone la imposibilidad de enfrentar situaciones de riesgo o estrés, prefiriendo la huida o la renuncia temprana.
Responsabilidad (fortaleza) y irresponsabilidad (debilidad). Una persona responsable es, en líneas generales, la que se hace cargo de las consecuencias de sus acciones y no permite que otros carguen con ellas en su lugar. Una persona irresponsable, en cambio, es capaz de dejar que un inocente sufra castigo con tal de preservar su bienestar.
Puntualidad (fortaleza) y impuntualidad (debilidad). La capacidad para valorar el tiempo ajeno es una fortaleza muy valorada en ciertos ámbitos interpersonales o de trabajo. Una persona impuntual puede carecer de herramientas para administrar el propio tiempo, puede ser perezosa o desordenada, mientras que una puntual promete, de entrada, todo lo contrario.
Organización (fortaleza) y desorden (debilidad). Sobre todo en los diversos sistemas de trabajo o de construcción colectiva, la capacidad de organización personal e incluso de organización colectiva es una fortaleza preciada, ya que perfila capacidades administrativas sumamente necesarias en un sistema cerrado. El desorden, en cambio, suele ser más creativo pero, a la vez, más incontrolable y bastante menos predecible.
Creatividad (fortaleza) y pensamiento llano (debilidad). La creatividad es un don espontáneo y natural del ser humano, que le permite abordar las diversas situaciones de necesidad o reto de formas originales e insospechadas. Una buena dosis de creatividad puede ser el empuje definitivo hacia adelante, mientras que una persona de pensamiento llano (chato) deberá seguir las formas y caminos trazados anteriormente por otros.
Proactividad (fortaleza) y apatía (debilidad). Se trata de la capacidad de emprendimiento de una persona, su gestión autónoma de la energía y las ganas de hacer cosas: algo indispensable para asumir nuevos retos y crecer. La apatía, por el contrario, tiende al adormecimiento y al conservadurismo.
Confianza (fortaleza) y duda (debilidad). Normalmente se premia la confianza y la determinación, como actitudes de liderazgo y vanguardia, en detrimento de la duda, ya que ésta puede ser paralizante. No obstante, en algunos ámbitos, como el intelectual, la duda puede ser una gran fortaleza en el camino hacia la excelencia.
Carisma (fortaleza) y antipatía (debilidad). Fundamental en un líder, el carisma supone la capacidad de contagiar el entusiasmo a quienes nos rodean y de sumarlos a la propia causa. La antipatía, en cambio, produce lo opuesto. Una persona carismática goza del momento inicial a su favor, ya que “cae” bien de entrada.
Concentración (fortaleza) y dispersión (debilidad). En el ámbito productivo, suele premiarse la concentración en tanto rinde frutos más inmediatos que la dispersión, la cual puede resultar útil en condiciones de extrema simultaneidad de procesos, pero usualmente retarda el cumplimiento de las labores al mínimo.