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Dos grandes países, dos mundos. Las mayores y más ancianas civilizaciones del planeta. Los países más poblados: dos de cada cinco habitantes del mundo son chinos o indios. La política de esas dos naciones, ambas potencias nucleares, determinará muchas cosas en el mundo de mañana. Desde luego el clima internacional, pero también el otro: las negociaciones internacionales sobre cambio climático, por ejemplo.
Potencias que emergen
Hasta el 2020 el incremento anual del consumo global de carbón será del 2,8%. China responde del 70% de ese incremento e India del 20%, por lo que ambos países tendrán un gran papel en el aumento de emisiones globales de CO2. Con el doble resurgimiento de las dos mayores potencias en desarrollo, algunos ya sueñan con el fin de un ciclo de 500 años de dominio mundial de Europa y sus epígonos coloniales en América (Estados Unidos y Canadá) y Oceanía (Australia). Menos fantasioso, el Ministro de Exteriores indio, Pranab Mujerjee, recibe hoy a Hu Jintao, constatando que, “la chino-india va a ser una de las relaciones bilaterales más importantes en los próximos diez años, por el peso demográfico y económico de los dos países”.
Mejor en China
Miserables hace medio siglo, emergentes hoy, los dos países se liberaron del colonialismo casi a la vez, y se han observado siempre con enorme interés. Hoy el consenso general, incluido en India, es que China lo ha hecho mucho mejor. En los setenta los PIB per cápita eran similares: veinte veces inferiores al de Estados Unidos. Hoy, China está en un 15% del nivel americano, mientras que India en un 7%. Entre 1980 y 2003, China ha crecido un 9,5% anual, India un 5,7%.
Las virtudes chinas
China ha ahorrado e invertido mucho más que India (en infraestructuras ocho veces más). También ha explotado más las oportunidades de la globalización, su población está más cualificada, su burocracia (especialmente a efectos de exportaciones) es más eficiente y menos corrupta. Tanto en corrupción, como en libertad económica, China aparece en posiciones más favorables que India. Las transformaciones sociales y económicas que ha realizado China también se consideran más profundas.
“La sensación que uno tiene al llegar aquí desde India, es la de entrar en un país moderno”, señala un corresponsal europeo en Pekín con diez años de experiencia en Delhi.
Los más pobres
Gracias al reparto de tierras del maoísmo (que también trajo desastres como la mortandad millonaria del Gran Salto Adelante, equiparable según algunos a la mortandad “natural” india por hambre y enfermedades), la situación del campesino chino es hoy notablemente mejor que la de su colega indio, lo que tiene especial mérito teniendo en cuenta que la proporción de tierra cultivable per cápita es en China la mitad que en India, y que ésta tiene un sistema hidrográfico mucho más favorable a la agricultura.
En India la población rural pobre se estima en un 36%. En China, pese a que hay 400 millones de personas (más del 30% de la población) viviendo con menos de dos dólares diarios, los pobres de solemnidad son muchos menos, y en las ciudades no hay “favelas”, ni caóticas megápolis de estilo indio; Bombay tiene de 10 a 12 millones de habitantes viviendo en tugurios, Delhi unos 6 millones. En comparación, las ciudades chinas son limpias y ordenadas. En China la urbanización y la natalidad están reguladas. En India, prácticamente abandonadas a una espontaneidad a la vez libre y miserable.
China es una civilización sin religión y con el estado en el centro. India, una civilización marcada por la religión y la estructura social de castas. La primera con una tradición secular de alergia al pluralismo político, pero sin prejuicios de clase y con una escuela ancestral de promoción de los talentos. La segunda, con enormes lacras y prejuicios de clase y casta, y abierta al pluralismo político. A un lado la mayor democracia del mundo, al otro el mayor despotismo comunistoide del mundo.
Democracia sí, desigualdad también
En India, donde hay grandes movimientos sociales y una prensa muy viva y libre, la democracia no tiene grandes consecuencias sociales para los de mas abajo. “Lo que caracteriza a nuestro país no es la democracia, sino la gran depravación social”, dice el Profesor Vikram Ramachandran, del Statistical Institute de Calcuta. La democracia no ha impedido que, mientras la productividad del trabajo haya aumentado un 84% entre 1990 y 2002, los salarios reales en la manufactura hayan caído un 22% en el mismo periodo.
En China, donde hay una enorme explotación y la huelga y los sindicatos independientes están prohibidos, en ese mismo periodo ha habido mejoras en la condición de los trabajadores emigrantes, el sector obrero más explotado. La ausencia de libertades democráticas y de prensa libre, no impide fuertes protestas y presiones sociales, con más de 80.000 disturbios el año pasado, y una acción preventiva del gobierno, muy sensible a las causas sociales que pongan en peligro la sacrosanta “estabilidad”.