• Asignatura: Historia
  • Autor: gomezcelia214
  • hace 5 años

Cuál fue la estrategia de Pericles y cómo afecta a la pandemia? ​

Respuestas

Respuesta dada por: Lunaverdolaga11
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Tres conceptos debían primar en estos trabajos: la mesura, la armonía y la belleza. Los mismos que el estratego buscaba imprimir en la sociedad. Hubo quien se quejó de que los esfuerzos constructivos eran extravagancias, un empleo abusivo del erario de la ciudad y la confederación. Pero es probable que incluso estos detractores quedaran perplejos al contemplar los proyectos concluidos.

La mayoría de templos de la Acrópolis de Atenas fueron promovidos por Pericles.

La mayoría de templos de la Acrópolis de Atenas fueron promovidos por Pericles. A.Savin / CC BY-SA-3.0

El sobrio y monumental Partenón, con frisos esculpidos, como el de las Panateneas, por la mano inspirada de Fidias. O la entrada de mármol al complejo, los Propileos. Era la apoteosis del estilo clásico griego. Otros artistas, por entonces, perfilaban estatuas igualmente paradigmáticas, como el magistral Discóbolo de Mirón.

Pericles también fomentó viejas festividades (como las Panateneas de verano, las Dionisias primaverales o los arcaicos misterios de Eleusis). Los símbolos de Atenas brillaban como nunca. En festivales sagrados como estos, algunos panhelénicos, concursaban creaciones teatrales. Por ejemplo, las del anciano Esquilo, que presentó en aquella época la trilogía La Orestíada.

También destacaban escritores revolucionarios como Eurípides, con Alcestes y Medea, o el más sosegado Sófocles, futuro autor de la serie sobre Edipo. Durante las tres décadas del denominado siglo de Pericles, podía vérselo por las calles, plazas y jardines de la ciudad hablando con dramaturgos, escultores como Fidias y Mirón y filósofos como Anaxágoras.

No todo era ideal en la polis del Ática. Aunque Pericles asistía a la población desfavorecida mediante el reparto gratuito de trigo, subvenciones diversas e incluso abonando la asistencia a las fiestas y asambleas públicas, el bienestar no llegaba a vastos sectores.

Había unos 30.000 ciudadanos atenienses. Estos participaban en la administración del estado, fueran propietarios de tierras, barcos, minas y factorías o pequeños comerciantes, artesanos, obreros y campesinos. Hasta los zetas, el peldaño más bajo de los hombres libres, podían intervenir en el gobierno, y los extranjeros, los metecos, estaban amparados por las leyes.

Sin embargo, la floreciente Atenas albergaba además una ingente cantidad de esclavos, cerca de medio millón. Vivían en la miseria, en barriadas hacinadas, sin derechos, aunque se los tratara en general con humanidad. Fue en esta población marginal, que multiplicaba por diez el censo electoral, donde prendió con mayor saña una tragedia no escénica, sino espantosamente real, en el verano de 430 a. C.

Atenas, durante la guerra, se había superpoblado con los evacuados rurales y con las tropas aliadas

Hacía un año que había empezado la gran guerra del Peloponeso, en la que Atenas luchaba contra Esparta. Arquidamos, rey de esta última, había invadido el Ática. Convirtió la región en un infierno. Masacraba a los habitantes, incendiaba las viviendas, destruía las cosechas.

Las multitudes, despavoridas, marcharon a la capital. Necesitaban protegerse tras las murallas, pues la táctica de Pericles consistía en abandonar los campos al enemigo hasta que este, escaso de suministros, tuviera que retirarse.

Era un plan inmisericorde, pero el más sensato. Porque las escuadras de la Liga de Delos, entretanto, bloqueaban los puertos del Peloponeso, región dominada por Esparta. Los espartanos, sin víveres, tendrían que abandonar. Lo hicieron en un mes. Pericles había acertado. Sin embargo, se avecinaba una calamidad más letal que las armas.

Pánico

Atenas, acuartelada, se había superpoblado con los evacuados rurales y con las tropas aliadas de la Liga de Delos. Se alojaba a estos civiles y militares en barracas, templos, tiendas, a la intemperie. Si se suma a estos contingentes el medio millón de esclavos en condiciones insalubres y los miles de ciudadanos que se amontonaban también en una capital caótica, se adivina la delicada situación social latente a los pies del Partenón. Todavía quedaban reservas de alimentos, pero aumentó la criminalidad y se resintió la salud pública.

Fue en este momento crítico cuando, por sorpresa, se abalanzó sobre Atenas la mayor catástrofe imaginable. Llegó al vecino puerto de El Pireo oculta en barcos de Oriente o de Egipto, invisible y mortífera. Era la peste.

Hubo tres brotes de esta enfermedad fulminante. El primero, aquel verano; el segundo, al verano siguiente, y el mal reapareció en el invierno de 427 a. C., cuando parecía erradicado, para prolongarse un poco más y por fin desvanecerse.

Aunque se conoce por peste de Atenas a este horrible episodio de la Antigüedad, la enfermedad concreta sigue siendo un misterio. Los historiadores actuales de medicina aventuran que pudo tratarse de tifus, peste bubónica, escarlatina, una fiebre hemorrágica como la del ébola o una combinación de las anteriores.

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