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El despertar
“La ciudad más violenta del mundo”, nos dijeron. Falsa ilusión de paz tras la muerte de Escobar, pues esta guerra no se fue con él, solo se transformó, otros ocuparon los dominios del capo y la violencia se extendió hasta lugares insospechados. Continuamos en Medellín sitiada y no nos rendimos: la vida sigue a pesar del narcotráfico y la violencia. Nos sacudimos y despertamos: ¡hay que hacer algo!
Rompemos fronteras invisibles con comparsas, danzas y denuncias. Desafiamos el régimen del silencio con poemas, conversaciones y canciones. Frente a los toques de queda y la opresión de los violentos, nos atrevemos a encontrarnos y potenciar la fuerza en las comunidades. Nuestros proyectos sociales y culturales se fortalecieron, pues el Estado nos escuchó cada vez más y acogió nuestras iniciativas, esfuerzos y redes.
Frente a la violencia que no para, muchos nos escapamos de los brazos de la muerte para pintar la ciudad, empuñamos instrumentos, lápices y esculturas, en lugar de armas.
Frente a la violencia que no para… el teatro de la vida
Medellín, tras alcanzar la cifra de 6.809 personas asesinadas en el año 1991, fue catalogada como la ciudad más violenta del mundo. El asesinato, el secuestro, las masacres, las bombas, entre otras modalidades de victimización, conformaron la cotidianidad de los ciudadanos en los años 80 y 90. Aunque la violencia vivida en ésta época correspondió a una sumatoria de actores y conflictos, se puede afirmar que el Cartel de Medellín, en la guerra contra el Estado colombiano y el cartel de Cali, sometió a la ciudad a la peor oleada de terror y miedo.
Sin embargo, Medellín despertó e hizo frente a la crisis. Se emprendieron diversas acciones desde la sociedad civil, así como programas y actividades por parte de organizaciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, que ayudaron a construir estrategias para sobreponerse y crear sentidos de esperanza. Estas iniciativas encontraron en la nueva Constitución Política de Colombia (lograda por una fuerte movilización estudiantil conocida como la Séptima papeleta) nuevos mecanismos que les permitieron una mayor participación en los asuntos públicos.
A su vez, la Consejería Presidencial para Medellín y su Área Metropolitana integró en sus proyectos a las organizaciones de base, las organizaciones privadas, la cooperación internacional y las instituciones públicas, logrando crear programas como las Casas juveniles o los Núcleos de Vida Ciudadana. Así se constituyó una red de trabajo que tuvo como objetivo mejorar la calidad de vida de los habitantes y ofrecer alternativas de futuro para los jóvenes.
Con una importante participación comunitaria, la música, la danza, la literatura, las comparsas, el teatro, la pintura, la poesía, el grafiti, entre otras expresiones artísticas y culturales, se constituyeron como símbolo de resistencia. Ejemplo de este trabajo son las actividades de organizaciones e instituciones que surgieron en esta época.