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Respuesta:
Los individuos con algún grado de poder son más propensos a actuar corruptamente.
Es más probable que las personas actúen de manera corrupta cuando pueden obtener beneficios personales, tienen poco autocontrol, perciben que la corrupción sólo causará un daño indirecto y cuando trabajan en organizaciones donde no se castiga el comportamiento poco ético.
Los individuos son propensos a aceptar riesgos ante buenas recompensas, y a tener una baja aversión al riesgo a fin de preservar las ganancias. La incertidumbre tiende a incrementar la posibilidad de actuar corruptamente.
Las narrativas de racionalización parecen hacer a la corrupción más aceptable.
Emociones tales como la culpa, pueden hacer menos propensos a los individuos a realizar acciones corruptas.
Para mitigar estas influencias cognitivas, los profesionales deben apoyar medidas que mejoren los flujos de información sobre los costos de la corrupción, que recompensen el comportamiento ético y establezcan estándares básicos de integridad, y que mejoren la toma de decisiones organizacionales.
Se requiere más investigación sobre cómo, qué y cuándo mecanismos psicológicos cognitivos específicos hacen que la corrupción sea más o menos probable; la psicología social de la corrupción y cómo interactúan las psicologías social y cognitiva; los efectos psicológicos de la corrupción en los individuos; así como estudios de casos de élites políticas.