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1- Epístola dedicada a Hortelio (Fragmento)
Desde el centro de aquestas soledades,
gratas al que conoce las verdades,
gratas al que conoce los engaños
del mundo, y aprovecha desengaños,
te envío, amado Hortelio, ¡fino amigo!,
mil pruebas del descanso que concibo.
Ovidio en tristes metros se quejaba
de que la suerte no le toleraba
que al Tíber con sus obras se acercase,
sino que al Ponto cruel le destinase.
Mas lo que de poeta me ha faltado
para llegar de Ovidio a lo elevado,
me sobra de filósofo, y pretendo
tomar las cosas como van viniendo.
¡Oh, cómo extrañarás cuando esto veas
y sólo bagatelas aquí leas,
que yo, criado en facultades serias,
me aplique a tan ridículas materias!
Ya arqueas, ya levantas esas cejas,
ya el manuscrito de la mano dejas,
y dices: «Por juguetes semejantes,
¿por qué dejas los puntos importantes?
¡No sé por qué capricho tú te olvidas
materias tan sublimes y escogidas!
¿Por qué no te dedicas, como es justo,
a materias de más valor que gusto?
Del público derecho que estudiastes
cuando tan sabias cortes visitastes;
de la ciencia de Estado y los arcanos
del interés de varios soberanos;
de la ciencia moral, que al hombre enseña
lo que en su obsequio la virtud empeña;
de las guerreras artes que aprendistes
cuando a campaña voluntario fuistes;
de la ciencia de Euclides demostrable,
de la física nueva deleitable,
¿no fuera más del caso que pensaras
en escribir aquello que notaras?
¿Pero coplillas?, ¿y de amor? ¡Ay triste!
Perdiste el poco seso que tuviste».
¿Has dicho, Hortelio, ya cuánto, enfadado,
quisiste a este pobre desterrado?
Pues mira, y con fresca y quieta flema
te digo que prosigo con mi tema.
De todas esas ciencias que refieres
(y añade algunas otras si quisieres)
yo no he sacado más que lo siguiente.
Escúchame, por Dios, atentamente;
mas no, que más parece lo que digo
relación, que no carta de un amigo.
Si miras mis sonetos a la diosa
de todas las antiguas más hermosa,
el primero dirá con claridades
por qué dejé las altas facultades
y sólo al pasatiempo me dedico;
que los leas despacio te suplico,
calla, y no juzgues que es tan necia mi obra.
Autor: José Cadalso
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